El imperialismo: ¿fase superior o «lo nuevo» del capitalismo?
septiembre 26, 2013

¡Hola! Comparto un análisis sobre el texto de Lenin acerca del imperialismo. Gracias por los comentarios y las críticas que puedan surgir de su lectura.

El imperialismo: ¿fase superior o “lo nuevo” del
capitalismo? Breve reflexión sobre el título de la clásica obra de Lenin
Por Atilio A. Boron


Luego de una
estupenda cena casera con los amigos del CEFMA [1],
uno de ellos, Hernán Randi, se entretenía mirando un hermosísimo libro de fotos
e imágenes sobre Lenin publicado en Rusia durante la época soviética. [2]
Pasaba distraídamente sus hojas cuando de repente tropezó con una lámina que le
llamó la atención, y compartió esa sorpresa con los demás: era una que contenía
la copia facsimilar de la tapa de la edición rusa del clásico libro de Lenin
sobre el imperialismo. Randi, quien tiene conocimientos de ruso por haber
estudiado en la Unión
Soviética en los últimos años de los ochentas y hasta el
derrumbe, reparó en un detalle que en ese momento nos pareció como una
sorpresiva curiosidad: el título original de la obra, tal como allí aparecía
era: El imperialismo, lo nuevo del capitalismo.[3] Poco
después la conversación siguió su curso, estimulada por la contemplación de
otros tesoros fotográficos contenido en la obra pero, un día después ese
detalle reapareció en mi recuerdo con la conciencia de que tenía una
significación teórica que trascendía de lejos la primera impresión, y que la
curiosidad y lo anecdótico podían ocultar una cuestión mucho más de fondo.
  
En efecto, el
significado de estas palabras: “superior” o “nuevo” estaba lejos de ser
idéntico. Sus diferencias obligaban a hacer un breve ejercicio hermenéutico
encaminado a vislumbrar, de la manera más clara posible, lo que Lenin había
querido decir cuando eligió la segunda y no la primera. Las cosas se
complicaron más cuando, revisando algunos textos posteriores de Lenin pude
comprobar, por ejemplo, que en La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky se
refiere a su libro como El Imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo.[4]
Las traducciones al inglés del libro dedicado a refutar las tesis de Kautsky se
refieren a este mismo asunto aunque en lugar de “contemporánea” aparece la voz
“última”. Así sucedió con una edición hecha en la Argentina y también
con la que publicara la editorial de Lenguas Extranjeras de la República Popular
China.  Lamentablemente,  no se aclara cual fue esa primera edición en
lengua inglesa.[5]
Nos encontramos así ante cuatro posibles conceptos para caracterizar al
capitalismo de ese tiempo: “superior”, “nueva o novedosa”, “contemporáneo”
y  “última”.
Salta a la vista
que “nueva”, “novedosa”, “contemporánea” o “última” son términos que carecen de
las positivas connotaciones axiológicas que guarda la voz “superior.” Esta
implica una elevación, un ascenso hacia niveles nunca alcanzados en el proceso
de construcción histórica de una formación económico-social  capitalista, valoración que es altamente
improbable estuviera presente en la visión que Lenin tenía sobre este modo de
producción. En el Diccionario Ideológico de la Lengua Española,
de Julián Casares, se define el adjetivo “superior” en los siguientes
términos: “dícese de lo que está más alto y en lugar preeminente respecto de
otra cosa.// fig. Dícese de lo más excelente y digno de aprecio.// Excelente,
muy bueno.”  Dos problemas, por lo tanto: primero, “excelente” o “digno de
aprecio” son calificaciones que Lenin jamás le adjudicó al capitalismo.
Segundo, en el término “superior” subyace una premisa evolucionista y etapista
ajena por completo al pensamiento de Lenin pero que se ajustaba como anillo al
dedo a la concepción histórica que informaba la codificación que el estalinismo
haría de sus ideas después de su muerte. En efecto, lo superior implica el desarrollo
de potencialidades existentes en la forma inferior y una marcha ininterrumpida
hacia un estadío merecedor de una mejor valoración. Sólo que la asunción de
estas premisas por parte de Lenin supondría la adhesión a un esquema de
interpretación lineal y abstracto –ergo, no dialéctico- de la historia del
capitalismo, y de su situación a comienzos del siglo veinte, que era
completamente ajena a la tradición marxista tan cuidadosamente respetada y
preservada por el revolucionario bolchevique a lo largo de toda su vida. Más no
era éste el caso de la concepción etapista sintetizada en el Diamat de la Academia de Ciencias
de la URSS,
donde la sucesión histórica que llevaba del capitalismo de libre competencia a
una etapa “superior”, signada por el predominio de los monopolios, no podía
sino desembocar en “otra etapa superior”, la dictadura del proletariado del
interregno socialista que, a su vez, culminaría con la llegada a la estación
final del proceso histórico: el comunismo.

Alguien podría
objetar este razonamiento recordando que Marx y Engels también hablan del
comunismo como la “fase superior” del socialismo, tema que es concienzudamente
examinado por el propio Lenin en el El
Estado y la Revolución
,
cuando analiza la crucial cuestión de las bases económicas de la extinción del
estado.[6] Pero
en el caso de los fundadores del materialismo histórico la “superioridad” del
comunismo se asentaba sobre profundos fundamentos éticos, económicos y
políticos ya que consolidaba los avances del socialismo. No era tan sólo algo
novedoso sino sobre todo algo axiológicamente mucho mejor, más
igualitario, emancipador, liberador porque el comunismo suponía la clausura
definitiva de la prehistoria de la humanidad, signada por la existencia de la
explotación clasista, y el amanecer de una inédita forma social despojada de
ese lastre. Era, por lo tanto, perfectamente posible en este caso hablar de una
forma “superior.”

Teniendo en
cuenta estos antecedentes se puede concluir que no podía ser ese el sentido que
Lenin le asignaba a la nueva reconfiguración del capitalismo en su etapa imperialista,
signaba, como tantas veces lo subrayara, por el predominio de los monopolios.
De ahí que, siendo un pensador y político saludablemente obsesionado por el
estricto uso del lenguaje, no haya sido nada casual que en lugar de “superior”
hubiera utilizado la expresión “nueva” (o “novedosa”, según se traduzca del
ruso) para referirse, precisamente, a los cambios que presentaba el capitalismo
en el marco de la Primera
Guerra Mundial. La cosmovisión filosófica integral de Lenin,
arraigada profundamente en el suelo de la tradición marxista, no le hubiera
permitido jamás concebir que las horrendas mutaciones del capitalismo en la
edad de los monopolios, la universalización del bandidaje, el saqueo y el
pillaje, y la carnicería de la
Primera Guerra Mundial podían constituir una fase “superior”
en cualquier sentido del término. Era novedoso, sin duda; y era conveniente
tomar nota de esos cambios, pero para nada podrían considerarse como algo
“superior.” [7]

Dado lo anterior
no deja de ser lamentable el infortunio editorial que corrió la obra de Lenin
en su traducción a distintos idiomas. En la gran mayoría de las lenguas
occidentales se reemplazó “nueva” por “superior”. La generalizada utilización
de “superior”, ¿no estaría induciendo que un capitalismo instalado en una etapa
“superior” es mejor –en algún sentido- que el que le precedió? Esta conclusión
se ajustaba muy bien a la opinión por entonces prevaleciente en la
socialdemocracia alemana, que ya había abjurado de la revolución y del
socialismo; y también hacía lo propio con la codificación estalinista del
legado teórico de Lenin. En vista de lo anterior no sería temerario
proponer que este reemplazo de términos distorsiona lo que Lenin efectivamente
pensaba acerca del capitalismo de su tiempo. Por otra parte hubo variaciones en
las traducciones que contribuyeron a confundir aún más las cosas. La primera al
francés de la obra de Lenin se hace con el sorprendente título de L’impérialisme,
stade suprême du capitalisme
, en donde la introducción del adjetivo
“supremo” debió seguramente causar un profundo fastidio en Lenin, en caso de
que hubiese llegado a ver la edición de su obra porque desnaturalizaba burdamente
su concepción sobre el asunto. ¿Qué es esto de llamar “supremo” –algo
inalcanzablemente superior- a un régimen económico social signado por la
conquista, el pillaje, la guerra y la superexplotación de las masas a escala
mundial? No obstante, ya muerto Lenin,  la editorial del Partido Comunista
Francés, (L’Humanité) re-edita la obra en 1925 y corrigió el error, sólo que
con una espectacular modificación de su título: ahora el libro se llama L’impérialisme,
derniere stade du capitalisme
.[8]
Si  antes esa fase era “suprema” ahora pasa a ser la “última”. Salvo, para
los editores en lengua italiana que hasta el día de hoy continúan utilizando el
vocablo originalmente adoptado por los franceses, la interpretación canónica
del título de la obra quedó plasmada en la forma hoy por todos conocida: el
imperialismo es la etapa “superior” del capitalismo. En Alemania la obra de
Lenin fue traducida como Der Imperialismus  als höchstes
Stadium des Kapitalismus 
en donde la palabra “höchstes”,
también aludía a una condición de superioridad, una elevación por encima de
todo el resto. Y en línea con esta interpretación encontramos los títulos de
las sucesivas ediciones registradas en lengua castellana, inglesa y portuguesa.

Un breve texto de
Lenin escrito pocos meses después de su libro, y titulado “El imperialismo y la
escisión del socialismo”, clarifica sólo en parte esta discusión, agravada,
nuevamente, por los problemas propios de la traducción del ruso a otras
lenguas.[9]
En ese escrito Lenin define textualmente al imperialismo “como una fase histórica especial del capitalismo,
que tiene tres peculiaridades; el imperialismo es: 1) capitalismo monopolista;
2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3) capitalismo agonizante. La
sustitución de la libre competencia por el monopolio es el rasgo económico
fundamental, la esencia del
imperialismo.” [10]
Poco más abajo aparece la expresión “fase superior” (otra vez, en la traducción
a lengua castellana, que requeriría examinar el texto original ruso para ver si
es ese el término empleado por Lenin) pero renglón seguido dice que “las
guerras hispano-americana (1898), anglo-bóer (1899-1902 y ruso-japonesa
(1904-1905) y la crisis económica de Europa en 1900 son los principales jalones
históricos de esta nueva época de la
historia mundial.” [11]
Parecería claro, en consecuencia, que lo de “superior” es, en el mejor de los
casos (traducción mediante) una consideración secundaria en relación a los
novedosos elementos que caracterizan a una nueva época en la historia mundial.

Por lo visto
hasta aquí la traducción de textos teóricos fundamentales plantea a veces
serios problemas hermenéuticos. Ya examinamos brevemente el problema en un
trabajo en el cual cuestionábamos una traducción canónica –pero insanablemente
equivocada, como muchas de las verdades contenida en el canon de lo correcto-
de un término que emplea Marx en su famoso «Prólogo» a la Contribución a la crítica de la economía
política
. Traducción que indujo a autores como Ernesto Laclau y tantos
otros a extraer erróneas conclusiones en relación al clásico problema de la
relación entre estructuras y superestructuras, con todas las complejidades y
problemas que tiene esta segunda expresión. En efecto, Laclau plantea en uno de
sus escritos una crítica al carácter determinista del marxismo, misma que
permea a lo largo de toda su obra pero que se verifica de manera rotunda en el
mencionado escrito  de Marx en el cual se
utiliza un verbo –“bedingen”– que es
torpemente traducido como “determinar”, para especificar la naturaleza del
vínculo estructura/superestructura. 
Ahora bien: “bedingen” quiere
decir, según el Diccionario Langenscheidts Alemán-Español, “condicionar”,
“requerir” o “presuponer”, al paso que determinar, en alemán, es “bestimmen”. Que un personaje tan
cuidadoso con sus escritos como Marx haya utilizado “bedingen” y no “bestimmen
no fue casual; la estructura puede condicionar a la superestructura política o
cultural, pero no la determina, al menos en el sentido fuerte que una cierta
crítica virulentamente anti-marxista se regodea en señalar. Este grosero error
de traducción ha quedado consagrado por el tiempo, dando pátina de seriedad a
una crítica tan infundada como malintencionada del supuesto “determinismo” de
Marx.[12]

Pero los
problemas no son sólo de traducción. El pensamiento marxista, nacido y
desarrollado en los entresijos de un sistema que persiguió esas ideas con
implacable saña, siempre tuvo que lidiar no sólo con los duros desafíos que le
planteaba la praxis revolucionaria y el devenir del proceso histórico –que a
menudo ponían en entredicho algunos de los supuestos de la primera- sino
también las dificultades que la censura imponía a la difusión de sus obras.
Gramsci fue víctima preferencial de esta práctica durante los once años que
permaneció en las cárceles del fascismo, pero otro tanto ocurrió con Lenin que,
refugiado en Zurich se empeñaba en hacer circular sus obras sorteando los
obstáculos que interponía la censura zarista. Precisamente en el “Prólogo” al Imperialismo
 dice textualmente que “(E)l folleto está
escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto no sólo me vi precisado
a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico –sobre todo
económico-, sino también a formular las indispensables y poco numerosas
observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio
de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo
obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para
escribir algo con destino a la literatura “legal.” [13]  

Si bien lo que
acabamos de escribir es apenas un preliminar ejercicio que merecería un
tratamiento más sistemático no sería erróneo concluir que, a los efectos de la
educación política de los cuadros y militantes anticapitalistas, convendría restaurar
el título original de la obra de Lenin sustituyendo “superior” por “nueva”. Y
esto por varias razones:

(a)  porque este
último concepto subraya las incesantes novedades que presenta el capitalismo,
el modo de producción más dinámico de la historia, según lo atestiguaran Marx y
Engels, abandonando, por lo tanto, las coagulaciones conceptuales que impiden
dar cuenta de sus permanentes transformaciones las que, sin embargo, no
alcanzan a disimular la persistencia de sus inherentemente opresivas
determinaciones esenciales;

(b) porque la
idea de “superioridad” puede fácilmente desembocar en una concepción del
capitalismo imperialista como una entidad fantasmática, inasible, inabordable y
sobre todo inexpugnable, estimulando la pasividad o el fatalismo derrotista de
las clases y capas subordinadas y la ilusión de que la superación del
capitalismo sólo podrá ser la obra de los azarosos impulsos erráticos, anómicos
e imprevisibles de las multitudes nómadas. Imperio, la clásica obra de
Hardt y Negri, es un claro ejemplo de lo que venimos diciendo. Obviamente, a
partir de ello se liquida la teoría de la revolución, el debate sobre las
estrategias y tácticas de lucha anticapitalista y la concepción (y la
necesidad) del partido revolucionario. ¡Estupendo negocio para la burguesía y
los imperialistas!

(c) porque la
idea de la permanente novedad del capitalismo obliga a las fuerzas que militan
a favor de la revolución anti-capitalista a extremar sus esfuerzos para
profundizar en su estudio, a fortalecer su conocimiento y a cultivar el
desarrollo de la teoría marxista, en línea con aquel viejo apotegma de Lenin
que decía que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Y que
un estímulo para el desarrollo de la teoría es la constatación de que nos
encontramos ante un sistema que se reproduce y permanece, pero lo hace
“revolucionándose incesantemente”, como Marx y Engels decían en el Manifiesto
Comunista
y que por eso mismo es preciso examinar las transformaciones
de su fisonomía, sus cambios de piel bajo los cuales se preservan y refuerzan
los inhumanos y opresivos fundamentos del orden social capitalista. Sin ese
adecuado conocimiento resultará muy difícil, para no decir imposible, pretender
cambiar al sistema. Lección número uno del arte militar, desde Tsun Tzu a Lenin
y Gramcsi, pasando por Maquiavelo y von Clausewitz: enemigo que se desconoce no
puede ser derrotado;

 (d) por último, porque estoy absolutamente
convencido que si hay algo que Lenin no quería era que en cualquiera de
sus escritos se deslizara la posibilidad de concebir al capitalismo como una
formación social indestructible a favor de su enorme capacidad para “superarse”
permanentemente. Una tal concepción remata inevitablemente en la tesis de la
economía clásica inglesa, tan criticada por Marx, que mientras consideraba a
las formaciones sociales precapitalistas como productos artificiales de la
historia naturalizaba y eternizaba al capitalismo.

Por todo lo
anterior, sería aconsejable  hacer un
esfuerzo en dos direcciones: primero, para revisar cuidadosamente los textos
originales de Lenin escritos en lengua rusa y verificar la correcta traducción
de algunos de sus conceptos cruciales, como el imperialismo; segundo, sugerir a
las editoriales que publican el clásico libro de Lenin que procedan a cambiar
el título, respetando estrictamente el que había elegido su autor cuando en
1917 lo publicara en su lengua materna.
___________


[1] CEFMA. Centro de Estudios
y Formación Marxista Héctor P. Agosti
[2] Randi es  Periodista y
Dicector Adjunto del CEFMA.
[3] Podría también traducirse como El imperialismo, lo novedoso del capitalismo.
Es sabido las dificultades que comporta la traducción, especialmente desde una
lengua eslava a una romance como el castellano. Pero más allá de estos
problemas, es claro que la expresión “superior” no se hallaba presente en la
primera edición de la obra de Lenin que viera la luz bajo la muy cuidadosa
supervisión del autor. Recordemos que la obra fue publicada en ruso a mediados
de 1917 en Petrogrado,  habiendo sido
escrita entre Enero y Junio de 1916.
[4] Tal es la traducción del ruso que se encuentra en V. I. Lenin,
Obras Escogidas en doce tomos
(Moscú: Editorial Progreso, 1977), p. 2.
[5] Ver en lengua castellana  La Revolución Proletaria y el
Renegado Kautsky
(Buenos Aires: Editorial Anteo,  «Pequeña biblioteca
Marxista-Leninista»,1974) pg.  9. La
traducción china al inglés lleva por título The Proletarian Revolution and
the Renegade Kaustky
(Pekin: Foreign Languages Press, 1965), p. 3
[6] El análisis se encuentra en el capítulo 5 de la mencionada obra.
[7] Un dato que conviene tener en cuenta sobre el proceso de
elaboración de El Imperialismo: según el 
historiador y filósofo marxista italiano Luciano Gruppi durante el
período 1912-1916 Lenin consultó 148 libros y 232 artículos sobre el tema, y
las notas y comentarios sobre estos materiales llenaron veinte cuadernos. Sobre
esto ver Luciano Gruppi,  Il
pensiero di Lenin
(Roma: Editori Riiuniti, 1971), pp. 150-151. El
historiador británico D. K. Fieldhouse también aporta algunos elementos sobre la
formación del pensamiento de Lenin.
Ver su “Imperialism: An Historiographical Revision”, en The
Economic History  Review
(New
Series, Vol. 14, No. 2 (1961), pp. 187-209.
[8] Téngase presente que La Revolución Proletaria y el Renegado
Kautsky
en una obra de 1918.  Es
decir que ya para ese entonces Lenin sabía que una traducción de su libro sobre
el imperialismo utilizaba la expresión “última” en el título. La edición
francesa que apela a este término es recién de 1925.
[9] Obras Escogidas en Doce Tomos, op. cit. pp. 55-61. La cita es
de la página 55 y el énfasis se encuentra en el original.  El texto fue escrito en Octubre de 1916 y
publicado en Diciembre en el número 2 del “Sbórnik Sotsial-Demokrata”.
[10] El énfasis es nuestro.
[11] Ibid., p. 55. El énfasis es otra vez nuestro, para subrayar una vez
más la importancia que Lenin le asignaba a los aspectos novedosos del
capitalismo y de la propia historia mundial. 
[12] Ver nuestro Tras el Búho de Minerva. Mercado contra
democracia en el capitalismo de fin de siglo
(Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, 2000),  libro que se
puede descargar gratuitamente en https://docs.google.com/file/d/0Bx2YC3gJbq2TOTFmZTE0OTctMTViOS00NmZhLTg2YjctZTU3MmQ1YjIzODNj/edit?pli=1
En el capítulo 3 de ese libro se
esboza una crítica a los mal llamados “gramscianos argentinos” y a los
“postmarxistas”, y especialmente a la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau
y Chantal Mouffe. La cita concreta sobre la cuestión del “determinismo” en Marx
se encuentra en la obra del primero de los autores, Nuevas reflexiones sobre la
revolución de nuestro tiempo
(Buenos Aires, Nueva Visión: 1993) p. 22.
[13] Cf. La versión del libro de Lenin publicada por Ediciones Luxemburg
en 2009, con el notable estudio introductorio de  Plinio de Arruda Sampaio Júnior. La referida
cita de Lenin se encuentra en la página 93. No es un dato menor que el
subtítulo del libro de Lenin sea “Ensayo Popular”, lo que indica muy claramente
cuál era la intención del autor y a qué público quería llegar, y los problemas
que ante estos propósitos erigía la necesidad de escribir utilizando el
“maldito lenguaje de Esopo.”

7 Comentarios

  1. ahmed

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  2. Anónimo

    Atilio, le recomiendo que suspenda la posibilidad de que ignorantes reaccionarios puedan comentar sus publicaciones sin ningún tipo de rigurosidad ,y mucho menos responsabilidad.

    Responder
  3. Anónimo

    El capitalismo sigue tan campante, con las marchas y contramarchas tipicas de un sistema economico inspirado en la libre eleccion y en la iniciativa propia e individual.

    Mientras tanto, la economia centralmente planificada del marxismo-leninismo fracaso estrepitosamente en la URSS y sus satelites europeos. Bastaba visitar esos paises satelites de Europa Oriental, los del "otro imperialismo", el sovietico, antes y despues de 1990, para ver "que bien" funcionaba, especialmente en industria, infraestructura y servicios. Fracaso abrumadoramente en Cuba y eso esta a la vista, pero claro, solamente se ve o se padece si se vive meses o años en la isla, no un par de dias invitado por el gobierno, en casas de protocolo, hoteles de lujo o albergues para brigadistas, con movilidad las 24 horas para, con todo pago. Ni hablemos de Corea del Norte, con datos que erizan la piel.

    Los chinos se avivaron con Deng Hsiao Ping en 1979/80 y hoy China es lo que es: comunista, si, sin derechos individuales, pero con capitalismo de mercado y pronta a transformarse en la primera potencia economica mundial, aunque el resto de los derechos y libertades sera cuestion de tiempo. Vietnam va en el mismo sentido.

    No es el capitalismo, ES LA LIBERTAD, ESTUPIDOS!

    Responder
  4. Anónimo

    Atilio, el titulo ruso de la obra de Lenin es "Империализм как высшая стадия капитализма", lo que se traduce al español exactamente como siempre la conocimos: El imperialismo, etapa superior del capitalismo". Tu amigo debe haberse confundido, seguramente.
    Un abrazo!

    Responder
  5. FOLLADORDEPROSTIS

    Si Atilio le gusta tanto el marxismo-leninismo,que hace en argentina? xq no se muda a cuba o corea del norte? los 2 ultimo bastiones de esa ideologia pasada de moda,xq en los ex paises comunistas de europa oriental los partidos comunistas han desaparecido o son enanos electorales? y los que fueron comunistas y ahora se declaran de "izquierda" rechazan el marxismo-leninismo,atilio boron,Eduardo Galeano y demas intelectuales de izquierda latinoamericanos se animaran a viajar a polonia,republica checa o cualquier ex-pais comunista a predicar las maravillas del marxismo?

    Responder
  6. Diego Dolgopol

    Estimado Atilio:
    personalmente no creo que quien se acerque a la obra de Lenín, y mínimamente conozca de quién se está hablando, pueda caer en el error de entender "superior" como una valoración positiva, más allá de cualquier intención de confundir. Si yo digo "Auschwitz, etapa superior de la barbarie humana" todos sabrían de que estoy hablando. Solamente la utilización del sustantivo Capitalismo, en boca de Lenín, hace que cualquier otra adjetivación que se utilice a continuación tenga una connotación negativa.
    Saludos

    Responder

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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