Fatídicas oligarquías mediáticas en América Latina: el caso de Chile
octubre 25, 2012

25.10.2012

Al igual que en la Argentina, donde los medios concentrados, y especialmente el Grupo Clarín, ejercen una influencia insalubre sobre la vida política y, más en general, el espacio público, en Chile se comprueba la misma aberrante concentración del poder comunicacional, el famoso «soft power» más letal y poderoso que el más imponente ejército. Desgraciadamente, el caso argentino, por penoso que sea, no es el único. Presentamos a continuación el excelente informe de Ernesto Carmona sobre la experiencia chilena. Iremos publicando nuevos análisis sobre la dictadura mediática en próximos posteos de este blog. Los casos de México, Brasil y Colombia no son para nada mejores.

“Los amos de la
prensa en Chile”

Ernesto Carmona


Un minúsculo grupo de mega empresarios, de la
súper elite del 0,1% que maneja las vidas del 99,9% restante de la sociedad,
controla los medios de información en Chile. La tarea principal de los medios
consiste en tratar de idiotizar 24/7 a la gente e intentar moldear 24/7 sus
mentes como electores, para conducirlos a votar en rebaño cada vez que el
“sistema democrático” convoca a elecciones. El resto del tiempo banalizan la
realidad, tergiversan las noticias verdaderas e inventan otras –como el último
teléfono celular–, estigmatizan y compadecen la pobreza convirtiéndola en
espectáculo morboso, sus analistas calumnian a los movimientos sociales,
exaltan a las bolsas de comercio y a la súper clase financiera y levantan y
apoyan a políticos y gobernantes a su servicio.
(Clic abajo para continuar)


Varios autores de visión crítica cuestionan el
actual rol de conductores políticos e ideológicos de los ciudadanos asumido por
los grandes medios de comunicación, sus frecuentes yerros deliberados respecto
a la veracidad de lo que informan y, sobre todo, la gran concentración de su
propiedad en la sociedad actual, situación que los ha dotado de un importante
poder de hecho, aunque ilegítimo, no sólo en Chile, sino también en Estados
Unidos y el resto del mundo.

Grandes redes de cadenas de televisión
entrelazadas con diarios y radioemisoras de la misma propiedad conforman
enormes grupos y mega-grupos que poseen vasos comunicantes en los directorios
de corporaciones financieras, industriales, tecnológicas, de servicios y
comercializadoras que, a su vez, sólo invierten en publicidad en entidades
afines a su modo de pensar y en cuya propiedad participan con importantes
cuotas de acciones, característica que se da en el nivel local y a escala
mundial (Carmona 2010, pp. 4-21).

En Chile, los grandes medios pertenecen hoy a
los miembros más sobresalientes de la elite económica: los únicos diarios de
circulación nacional son propiedad de dos personas, Agustín Edwards (grupo El
Mercurio) y Álvaro Saieh (Consorcio Periodístico de Chile S.A., Copesa). El
Mercurio y sus 22 periódicos (3 de circulación nacional publicados en Santiago
y otros 19 en 14 ciudades claves) pertenecen a Edwards, con el apoyo del grupo
Matte, que proporciona el papel, pero además El Mercurio posee 14 estaciones de
radio en las principales ciudades del país y una agencia de noticias (Sunkel
2001, pp. 35-50; Carmona 2002, pp. 9-12/69).

El banquero Saieh (Corpbanca) es propietario de
supermercados (cadena Unimarc y Supermercados SMU (Deca, Bryc, Korlaet,
Cofrima, cadena Vegamercado, Mayorista 10, cadena Alvi, Maxiahorro,
Supermercados del Sur), accionista de La Polar, del Hotel Hyatt, del banco Santander
Colombia (95%), entre otros negocios, con Copesa controla La Tercera, La Cuarta, Qué Pasa, Paula,
Pulso (diario por suscriciones para la elite empresarial), La Hora (gratis para usuarios de
metros buses), El Diario de Concepción, el Grupo Dial (6 radio emisoras, Duna
89.7; Paula FM 106.9, Carolina 98.3, Beethoven 96.5, Zero 97.7 y Radio Disney
104.9) (Monckeberg 2009, pp. 25-30) y contribuye a sostener Ciper, Centro de
Investigación Periodística. Saieh planea lanzar un canal de TV «con el perfil
de radio Duna, opinante y muy influyente” desde la plataforma de su concesión
UHF del canal 22, más el 20% que posee en VTR (El Mostrador, mayo 2012).

El 67% del Canal 13 “de la U. Católica” pertenece
al grupo Luksic, el más poderoso del país merced a su rama gran minería del
cobre explotada con ventajas tributarias únicas de Chile en todo el mundo. El
grupo Bethia (Falabella) concretó en 2012 la adquisición de Megavisión Canal 9,
que perteneció al difunto Ricardo Claro, empresario Opus Dei de extrema derecha
vinculado por investigaciones judiciales al financiamiento de una estructura
DINA/CNI. Sebastián Piñera vendió su estación Chilevisión a Turner Broadcasting
System, una compañía más del mega grupo AOL-Times Warner-CNN de Estados Unidos.
El canal de noticias por cable CNN Chile pertenece a CNN en Español en alianza
con el monopolio VTR Global Com, proveedor de televisión por cable, telefonía y
banda ancha VTR, que localmente pertenece en 80% a Liberty Global, de Estados
Unidos, y en 20% a Corp Rec S.A., de Álvaro Saieh (La Tercera). Televisión La Red es propiedad del mexicano
Ángel González, residenciado en Miami, dueño también de una treintena de
estaciones de TV abierta en la región, incluido las cuatro señales de
Guatemala.

El 60% del mercado radiofónico está controlado
por 11 emisoras, lideradas por la radio de noticias ADN (ex W), que pertenecen
al grupo hispano Prisa, propietario del diario El País y Editorial Santillana,
entre muchos otros negocios. Las radios “chilenas” relevantes por su quehacer
informativo quedaron reducidas a Bío Bío (independiente), Cooperativa (pro
democratacristiana) y Agricultura (de la oligarquía agraria cobijada en la Sociedad Nacional
de Agricultura). (Carmona 2010, p. 13).

La Tercera, a manera de ejemplo, concentró sus
baterías periodísticas contra el fraude abusivo a los clientes cuya deuda fue
redimensionada sin su consentimiento por la multitienda La Polar y resultaron
estafados, una iniciativa aparentemente noble, pero acto seguido, cuando las
acciones de La Polar
estaban en el suelo a causa de la cobertura informativa del ilícito, Saieh
compró un paquete importante “para salvar la empresa” de la quiebra y, en el
fondo, imitó a Nathan Rothschild cuando el 19 de junio de 1815 conoció como
secreto el resultado de la batalla de Waterloo estando en la Bolsa de Valores de Londres.
Entonces, Rothschild vendió todas sus acciones y, como el banquero tenía
fuentes confiables de información, los demás especuladores lo imitaron
suponiendo una victoria napoleónica que pondría en aprietos la prosperidad
británica y su hegemonía sobre Europa. Al mediodía, en una Bolsa totalmente
deprimida, Rothschild compró nuevamente los valores, vendidos por él y quienes
lo imitaron, por sólo una fracción del precio original. Cuando se conoció la
victoria de Wellington, las acciones recuperaron el precio de la mañana y
aumentaron aún más su valor por pertenecer a una sola persona. En pocas horas,
Rothschild ganó una fortuna, pero también hizo ver el valor de la información.
Al fin y al cabo, puso en evidencia que los grandes negocios no tienen ética.
Los grandes medios comerciales tampoco.

«No es difícil contemplar como los medios
de comunicación fabrican y moldean la opinión pública y las leyes. Los
políticos son productores, los votantes consumidores y los medios de
comunicación se han apropiado del papel cada vez más importante de guardianes
de la arena política (…). Los que encarnan de una forma estándar la
democracia representativa están ahora totalmente desprovistos de poder a este
respecto y no pueden hacer otra cosa que adaptarse a las órdenes de sus nuevos
dueños». (Soderqvist y Bard, 2003, p. 66).

– Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno

Referencias:

– Carmona U., Ernesto (2002), Los dueños de
Chile, Ediciones La Huella,
Santiago, Chile, pp. 9-12/69.

– Carmona U., Ernesto (2010), “Implicaciones
éticas de la concentración de medios y sus vinculaciones políticas y económicas
en América Latina”, Seminario CIESPAL, Quito, Ecuador, “Periodismo, ética y
democracia”, en 
http://www.proyectocensurado.org/america-latina/ponencia-carmona-ciespal/ pp. 4-21, consultado el 23 de julio 2012
– Mönckeberg, María O. (2009), Los magnates de
la prensa, Editorial Debate, Chile, pp 25-50.

– Soderqvist, Jan y Bard, Alexander (2003), La Netocracia. El
nuevo poder en la red y la vida después del capitalismo, Prentice Hall. Madrid,
pp. 39, 100.

– Sunkel, Guillermo y Geoffroy, Esteban (2001),
“Concentración económica de los medios de comunicación”, LOM Ediciones, Chile,
pp. 35-50.

6 Comentarios

  1. Anónimo
  2. Carlos de Carapachay

    Todo muy bien Emiliano, coincido con lo que decís en el 1º párrafo, ahora con respecto a lo que decís en el 2º, todo eso está muy bien, pero hasta ahora se ve poco o mejor dicho, nada de todo eso.

    Yo no niego, que las intenciones, incluso que la propia sanción de la ley es mucho mejor que la de la dictadura, pero en los hechos (no en el "relato") sólo hay un reacomodamiento entre viejos y nuevos burgueses garcas por apropiarse del negocio mediático.

    Porque para el kirchnerismo parece que existe un sólo grupo mediático, de Telefónica, de Vila-Manzano, de Monetta, de Szpolski-Garfunkel, etc. ni hablemos, parece que con estos no hay oligopolio K ¿no? ¿y todo para qué? para que desde estos mismos medios oficialistas me vendan que la nueva ley de ART es "mejor" que la del 95, sólo por poner uno de tantos ejemplos.

    Saludos

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  3. Emiliano

    Carlos te comento mi humilde opinión. Seguramente que la situación de los trabajadores no cambie, coincido. Tampoco van a pasar a tener voz luego de la aplicación de la misma. La "libertad de expresión" en una sociedad capitalista no es un derecho para los trabajadores, eso claro esta.
    Pero esta nueva ley, que viene a
    modificar una ley de la dictadura, permite la desconcentración mediática. Los medios van a pasar a tener un limite en la cantidad de licencias, lo que va a impedir la formación de nuevos monopolios/oligopolios mediáticos, es decir, de nuevos "amos de la palabra". Esto es lo mas importante, mas allá de otros puntos que me parecen interesantes, como es el mínimo requerido de producción nacional, el porcentaje del espectro que se reserva a entidades sin fines de lucro, etc.
    Esto representa un cambio positivo según mi manera de ver.

    Saludos.

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  4. Carlos de Carapachay

    Disculpame Emiliano pero yo no veo diferencia entre la Corpo y la nueva Korpo, o acaso hay alguna diferencia entre Magnetto y la runfla de medios con la que se rodea el kirchnerismo, desde Hadad hasta Pierri, si parecía haber algo "revolucionario" en la ley de medios, sólo fue una apariencia, esta es una lucha entre dos fracciones burguesas, los laburantes estamos afuera de todo ésto salvo por la explotación, los despidos y el disciplinamiento que existe de los dos lados.

    Saludos.

    Responder
  5. Anónimo

    Son la verdadera amenaza para las democracias. Idiotizan a mansalva (han sido llamadas "armas de distracción masiva"), puerilizan lo grave y desenfocan la atención. Luego, a mucha gente le cuesta aceptar que han estado repitiendo como loros y en base a reflejos condicionados durante años. Es difícil desenredar la trama, pero Cristina está demostrando que con trabajo y habilidad, es posible.

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  6. Emiliano

    Coincido Atilio, este informe es un reflejo calcado de lo que ocurre en nuestro país con el Grupo Clarin. El daño que producen y el atraso que generan para los pueblos estas corporaciones es imposible de calcular, es realmente inconmensurable.
    No es difícil notarlo. Es mucha la gente que repite y repite como loro lo que dicen los voceros de estos monopolios. Compran esa mercancía sin critica alguna.
    Esperemos que en Argentina se pueda aplicar de una vez por todas la Ley de medios!
    Saludos Atilio.

    Responder

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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