Como ve Washington el futuro de América Latina
diciembre 8, 2011

A continuación subimos dos notas sobre la visión que la clase dominante de Estados Unidos y sus representantes políticos e intelectuales tienen acerca del sistema internacional y, en especial, de América Latina y el Caribe. En la primera Roberto M. Yepe Papastamatin, profesor del prestigioso Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, examina diversos informes del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos y los escenarios a futuro que retratan en sus páginas. El otro es un trabajo de mi autoría -del año 2006 pero que no ha circulado demasiado por América Latina y el Caribe- que plantea con fuerza una tesis también propuesta en el trabajo de Yepe Papastamatin: la fundamental relevancia que la retaguardia imperial latinoamericana, como decía el Che, tiene para los Estados Unidos. Esta excepcional importancia de la región es sistemáticamente negada por los voceros del imperio y sus lenguaraces locales aunque los porfiados hechos demuestran con inapelable contundencia la insustentabilidad fáctica de esa doctrina. Pero esa mentira es un componente esencial de la estrategia de dominación del imperialismo, y su efectividad crece en proporción directa con el grado de naturalización de esa interesada visión, devenida en algunos casos en un pernicioso “sentido común” al que adhieren grandes sectores de las sociedades latinoamericanas y caribeñas y, particularmente, sus clases dominantes, socias menores del despojo y el saqueo imperialista.
Los escenarios sobre América Latina y el Caribe en la política exterior norteamericana
“Los informes del Consejo Nacional de Inteligencia”
Rebelión, 2 Diciembre 2011.
Como parte de la denominada Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos, el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, por sus siglas en inglés) es el centro de pensamiento estratégico encargado de conducir la elaboración de valoraciones y pronósticos sobre asuntos internacionales para el Presidente y altos funcionarios del gobierno de ese país, abarcando tanto la producción de análisis breves sobre asuntos actuales, como la evaluación de tendencias a mediano y largo plazo. Obviamente, la mayor parte de su trabajo es clasificado, pero también produce informes públicos, como la serie de tendencias globales a largo plazo publicada en los años 1997, 2000, 2004 y 2008, respectivamente[2] . (clic abajo en Más información)

Se trata de uno de los proyectos más importantes y ambiciosos del NIC. Con la excepción de su primera edición, se prepara cada cuatro años entre la realización de las elecciones y la toma de posesión presidenciales. De manera sucesiva, cada una de estas ediciones involucró a una cantidad mayor y más diversa de expertos norteamericanos, proceso que se amplió aún más a partir del informe del año 2004, con la inclusión de especialistas de las distintas regiones del mundo. Así, estos informes reflejaron los respectivos resultados de procesos de intercambio, talleres y conferencias entre expertos gubernamentales, académicos, periodistas y representantes del sector privado, auspiciados por el NIC, con el objetivo de identificar las tendencias globales claves, los principales rasgos y escenarios futuros del sistema internacional durante un rango aproximado de 15 años, y sus implicaciones para la estrategia de seguridad global norteamericana.
Del contenido de estos reportes, reseñaré los aspectos más relevantes relativos a América Latina y el Caribe, los cuales ofrecen algunos indicios sobre las imágenes acerca del futuro de las relaciones interamericanas que pudieran estarse manejando en el gobierno norteamericano.
América Latina y el Caribe en los informes del Consejo de Inteligencia Nacional (1997, 2000, 2004 y 2008) [3] .
“Tendencias globales 2010” (Noviembre de 1997).
De manera general, su idea central es la emergencia de un nuevo concepto del orden internacional, a partir de la erosión de la estructura del sistema internacional basada en las relaciones de poder entre los estados y el creciente papel de nuevos actores internacionales, haciendo insuficientes los enfoques tradicionales. Algunos estados fracasarían en satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos, creando las condiciones potenciales para la intervención exterior. Se establecerían nuevas normas de comportamiento internacional, provocando un profundo debate sobre cuándo la intervención (política, económica o militar) sería legítima, apropiada o esencial. Este proceso hacia el nuevo orden coexistiría con viejas estructuras y agendas, pues un grupo de países, entre los que menciona a Cuba, insistiría en la noción de soberanía y en sus agendas nacionales.
Entre las principales tendencias pronosticadas para el escenario latinoamericano y caribeño estaban las siguientes: 1) Crecimiento económico, consolidación de la democracia, la cooperación regional y un mayor énfasis en las organizaciones multilaterales. Las reuniones al más alto nivel serían esenciales para impulsar y expandir las actividades de estas instituciones multilaterales. 2) México y Brasil serían las voces dominantes en la determinación del ritmo y la forma de la cooperación regional y la integración económica. 3) La región continuaría estando amenazada por el narcotráfico y el crimen organizado internacional, los cuales retendrían la capacidad de socavar las instituciones gubernamentales y, en algunos casos, como en el norte de México y partes de Colombia, suplantar las funciones fundamentales de los gobiernos locales. 4) En México –país al que otorga un valor geopolítico clave- el poder político se volvería más difuso con la pérdida del papel dominante por parte del PRI y la emergencia de un sistema multipartidario. El narcotráfico y la corrupción plantearían un desafío al gobierno y la sociedad en general. 5) En Cuba sería improbable que ocurriera una significativa reforma política y económica mientras Fidel Castro se mantuviese en el poder. La reforma económica podría acelerarse con su hermano Raúl, pero habría resistencia a la reforma política. Cuba presentaría en el peor de los casos un desafío militar limitado, pero su evolución post-Castro plantearía un gran número de asuntos económicos, políticas y humanitarios que requerirían esfuerzos de los Estados Unidos y a nivel multilateral para ser tratados.
“Tendencias globales 2015: Un diálogo sobre el futuro con expertos no gubernamentales.” (Diciembre de 2000)
A nivel global, esta edición del informe presenta cuatro escenarios: “Globalización inclusiva”, en el cual identifica a la región andina como una de las pocas en el mundo que no se beneficiarán de un desarrollo virtuoso del proceso globalizador y quedarán rezagadas e inmersas en conflictos internos; “Globalización perniciosa”, sin mención a nuestra región; “Competencia regional”, según el cual habrá una creciente resistencia política a la preponderancia global de los Estados Unidos y estos aumentan su involucramiento en América Latina; “El mundo post-polar”, en el cual la economía norteamericana disminuye su ritmo y se estanca, colapsa la alianza trasatlántica y Estados Unidos retira sus tropas de Europa y también disminuye su presencia en Asia, al tiempo que las crisis de gobernabilidad y la inestabilidad en América Latina lo fuerzan a concentrarse en su región. En todos estos escenarios, de una forma u otra, la influencia global de los Estados Unidos disminuye.
Sobre el escenario latinoamericano y caribeño, el documento contiene entre sus pronósticos los siguientes: 1) Muchos países latinoamericanos disfrutarán de una mayor prosperidad como resultado de los crecientes vínculos económicos hemisféricos y globales, entre otros factores. La probable constitución del ALCA será un significativo catalizador del crecimiento económico. 2) Pero este crecimiento y la distribución del ingreso seguirán siendo desiguales, determinando que la brecha entre los estados más prósperos y democráticos de la región y el resto se ampliará; México y el Cono Sur lo liderarán, mientras que los países más débiles de la región, especialmente en la región andina, se retrasarán aún más. 3) Brasil y México serán actores con una creciente confianza y capacidad que buscarán aumentar su voz en los asuntos hemisféricos. 4) La fatiga con relación a los problemas económicos y un profundo cinismo hacia las instituciones políticas –particularmente los partidos tradicionales- podrían conducir a inestabilidad en Venezuela, Perú y Ecuador. Se producirán retrocesos en la democracia de algunos países, creando un terreno fértil para políticos populistas y autoritarios. 5) Crecerá la importancia de la región en la producción de petróleo, la cual podría crecer, con la participación extranjera, de 9 millones a 14 millones de barriles diarios. 6) Se incrementarán los movimientos de protestas indígenas desde México hasta la región amazónica. 7) Las redes y organizaciones criminales expandirán la escala y el alcance de sus actividades, pudiendo llegar a sobrepasar la capacidad de los Estados en algunos países caribeños. 8) Aumentarán las presiones migratorias legales e ilegales hacia los Estados Unidos y a nivel regional. El crecimiento de las redes de contrabando de personas de Centroamérica y México exacerbarán los problemas a lo largo de la frontera norteamericana. 9) La democratización en Cuba dependerá de cuándo y cómo Fidel Castro salga de la escena. Su economía se atrasará aún más. Una inestabilidad política significativa durante un proceso de transición podría conducir a una emigración masiva.
“Mapeando el futuro global: Informe del proyecto 2020 del Consejo Nacional de Inteligencia.” (Diciembre de 2004)
Entre las tendencias globales expuestas en esta edición del informe se encuentran las siguientes: El papel que los Estados Unidos asuman será una variable en la conformación del mundo futuro, afectando el rumbo que otros estados y otros actores no estatales decidirán seguir. Su poder relativo se erosionará, pero seguirá siendo el país más importante a lo largo en todas las dimensiones del poder. La probable emergencia de nuevos actores globales, como China e India, transformará el escenario geopolítico con impactos potencialmente tan dramáticos como los provocados por el ascenso de Alemania en el siglo XIX y los Estados Unidos en el siglo XX. El éxito o el fracaso de Brasil en cuanto a poder combinar las medidas a favor del crecimiento económico y una ambiciosa agenda social para disminuir la pobreza y reducir la desigualdad del ingreso tendrá un profundo impacto a nivel regional. La demanda de petróleo crecerá significativamente, pero en muchas de las áreas productoras –entre las que menciona a Venezuela- existirá un significativo riesgo económico o político. Las crecientes necesidades de China en materia de recursos energéticos probablemente la impulsarán a aumentar su activismo en varias regiones como América Latina. La geopolítica del gas reforzará las alianzas regionales debido a las limitaciones en los mecanismos de distribución (los Estados Unidos mirarán casi exclusivamente hacia Canadá y otros suministradores del hemisferio occidental). Aumentará la emigración, incluyendo el flujo de América Latina y el Caribe hacia los Estados Unidos. El crimen organizado probablemente prosperará en estados que atraviesen significativas transformaciones políticas y económicas, entre los que menciona a Cuba si llega a su fin su sistema de partido único.
En la parte del informe dedicada específicamente a nuestra región, se plantea la posible profundización de las diferencias entre los países de la región en cuanto sus relaciones externas. Mientras el Cono Sur, en particular Brasil y Chile, establece nuevas asociaciones en Asia y Europa, México, Centroamérica y los países andinos se mantienen dependientes de los Estados Unidos y Canadá como socios comerciales y suministradores de ayuda preferidos. Los efectos del continuo crecimiento económico y la integración global serán desiguales y fragmentarios, existiendo un creciente riesgo de que surjan líderes carismáticos y populistas en los estados más débiles de Centroamérica, los países andinos y partes de México. Porciones crecientes de la población se identifican como pueblos indígenas y no demandarán solamente tener una voz sino, potencialmente, un nuevo contrato social. América Latina probablemente se convertirá en un conjunto de países más diverso, donde aquellos países capaces de aprovechar las ventajas de la globalización prosperarán, mientras que los que no lo hagan o no puedan hacerlo quedarán rezagados. Los Estados Unidos estarán en una posición única para facilitar el crecimiento y la integración de América Latina, contrarrestando el potencial hacia la fragmentación.
Como parte del proceso para la elaboración de esta edición del 2004, se realizó previamente en Chile un seminario dedicado a evaluar las tendencias regionales. Las conclusiones de este evento se reflejaron en un documento que sirvió de insumo para la elaboración del informe final del NIC y enfatiza la visión de una creciente heterogeneidad regional, en la cual el tipo de relación que se estableciera con los Estados Unidos (como actor hemisférico dominante) y la calidad de la gobernabilidad democrática doméstica, serían los grandes factores diferenciales entre los países latinoamericanos.
En este documento se proyectan varias tendencias para los siguientes 15 años que no fueron mencionadas en el informe final:
1) Latinoamérica competirá más que antes con una agenda global -desde la seguridad antiterrorista hasta la emergencia de nuevas regiones de peso mundial- que la relegará en el mapa de las prioridades de Washington.
2) En el contexto de las políticas norteamericanas de seguridad interior, aspectos de gran interés para los latinoamericanos en los Estados Unidos -la política de migraciones, ingreso y residencia, o el circuito de las remesas- podrían sufrir un endurecimiento regulatorio.
3) En el sentido inverso, los cambios demográficos en los Estados Unidos a partir del ascenso de los “hispanos” favorecerán una relación más estrecha con varios países latinoamericanos, en particular, con la franja de países que va desde México hasta Colombia, de donde provienen la mayor parte de los futuros ciudadanos y votantes hispano-norteamericanos.
4) Dentro de los Estados Unidos, los proyectos de integración comercial con Latinoamérica –ALCA y otros que puedan surgir- en general tendrán poco apoyo en el sector privado. Los avances que se produzcan se lograrán políticamente.
5) Habrá países más y menos integrados económica y políticamente a los Estados Unidos. Se profundizará la informal frontera del Canal de Panamá: al Norte, en general, los países estarán más influidos por la evolución norteamericana, mientras que Sudamérica como región fortalecerá su identidad y fronteras subcontinentales, particularmente mientras Brasil esté en condiciones de aspirar a un liderazgo subregional [4] .
6) Brasil buscará consolidar un rol regional de menor interacción con los Estados Unidos, proyecto que registrará limitados avances. El papel regional de Brasil dependerá no sólo de sus condiciones internas, sino también del nivel de involucramiento que los Estados Unidos decidan tener en la región.
7) La sumatoria del proyecto regional de Brasil y su impacto en Sudamérica, y la eventual resistencia a la asociación con los Estados Unidos en determinados sectores de la sociedad y/o dirigencia latinoamericanas, hará fracasar el proyecto de integración hemisférica como fuera concebido en la visión original del ALCA.
8) La opción más probable de los Estados Unidos será profundizar los lazos con México y Centroamérica, reconociendo un rol creciente de Brasil o el Mercosur en el hemisferio Sur, y desarrollar, con el resto de los países latinoamericanos, una política de “selected partners”.
9) El fracaso o relativo fracaso del ALCA y la heterogeneidad regional en la aceptación del rol de los Estados Unidos, implicarán un límite (por acción u omisión) al liderazgo hemisférico norteamericano, y creará un vacío de iniciativas multinacionales en los próximos años, en diferentes áreas como defensa y seguridad, medio ambiente, narcotráfico y migraciones, donde la coordinación de políticas es necesaria.
10) Sin embargo, en el largo plazo el hemisferio encontrará una solución a este problema, a través del fortalecimiento de las instituciones multilaterales, y del mayor protagonismo de países claves -por ejemplo, México en el istmo centroamericano o Brasil en el Cono Sur-.
11) El tema de la seguridad pública en las grandes ciudades se convertirá en una demanda creciente en las sociedades latinoamericanas, de cada vez mayor importancia política y electoral. A partir de este fenómeno, accederán políticos y candidatos de “mano dura” a alcaldías, gobernaciones y presidencias de la región.
12) En países como Paraguay, Bolivia, Guatemala o Venezuela se registrarán fuertes tendencias hacia la reversión democrática y la militarización.
13) En otros casos, la crisis profunda de la institucionalidad podría manifestarse en formas más profundas, con procesos de descomposición interna que podrían evolucionar -de no mediar una intervención internacional eficaz- hacia una profunda crisis de la estatalidad. Este escenario de estado fallido correspondería a casos como el de Haití y algunas áreas –no necesariamente países- de la región andina.
En el documento del seminario de Chile se relacionaron también algunos escenarios de baja probabilidad o imprevistos, pero que tendrían gran impacto en caso de ocurrir. Entre ellos se señalaron:
1) Surgimiento de una ola de gobiernos radicalizados y antinorteamericanos en Latinoamérica –en particular en Brasil y en México, lo que tendría un “efecto contagio” sobre otros países.
2) Surgimiento de un nacionalismo anti-hispano en los Estados Unidos, provocando un cierre de fronteras, endurecimiento de la política migratoria o restricciones al envío de remesas.
3) Una intervención militar norteamericana en Cuba, considerada como la única alternativa al status quo mientras viva Fidel Castro, pero que tendría efectos impredecibles en materia de seguridad internacional: los Estados Unidos ganarían fácilmente la guerra, pero no podría “conquistar la paz” por la segura movilización de guerrillas castristas a lo largo de la isla. También generaría una fuerte reacción antinorteamericana en el continente latinoamericano, con consecuencias político-electorales.
“Tendencias globales 2025: Un mundo transformado.” (Noviembre del 2008)
En este informe se adelantan las siguientes características fundamentales del mundo futuro: El sistema internacional conformado después de la Segunda Guerra Mundial será prácticamente irreconocible. Se constituirá un sistema global multipolar, manteniéndose la tendencia a la disminución de las diferencias de poder entre los países desarrollados y en desarrollo, junto con el incremento del poder relativo de varios actores no estatales. La característica más sobresaliente del “nuevo orden” será el paso de un mundo unipolar dominado por los Estados Unidos a una jerarquía relativamente desestructurada de viejas potencias y naciones emergentes, y la difusión del poder desde los estados a actores no estatales. Habrá un sistema internacional más complejo, con un empeoramiento del déficit institucional y la potencial expansión de los bloques regionales. Aunque los Estados Unidos probablemente seguirán siendo el actor más poderoso, su fortaleza relativa –incluso en el campo militar- declinará y su influencia se hará más limitada. China está destinada a tener más impacto en el mundo en los próximos 20 años que ningún otro país. En su conjunto, América Latina continuará retrasada con respecto a Asia y otras áreas de rápido crecimiento en términos de competitividad económica. El tema de los recursos ganará prominencia en la agenda internacional. Un crecimiento económico sin precedentes continuará poniendo presión sobre un grupo de recursos de alto valor estratégico, incluyendo energía, alimentos y agua, proyectándose que en alrededor de una década la demanda excederá las disponibilidades de fácil acceso. El cambio climático deberá exacerbar la escasez de recursos y podrían resurgir los conflictos por esta causa. Las percepciones sobre la escasez conducirán a los países a tomar acciones para asegurar su acceso futuro a las fuentes de energía.
Entre las tendencias proyectada para América Latina y el Caribe en el informe, se encuentran las siguientes:
1) Muchos países alcanzarán un notable progreso en la consolidación democrática y algunos se habrán convertido en potencias de ingreso medio.
2) Aquellos que han adoptado políticas populistas, como Venezuela y Bolivia, quedarán rezagados y otros, como Haití, serán más pobres y menos gobernables.
3) Brasil se convertirá en el poder regional líder, pero sus esfuerzos para promover la integración sudamericana serán logrados solamente en parte.
4) Venezuela y Cuba tendrán algún vestigio de influencia en la región, pero sus problemas económicos limitarán su atractivo.
5) A menos que los Estados Unidos sean capaces de proveer un acceso de mercado sobre una base permanente y significativa, podrían perder su tradicional posición privilegiada en la región, con la correspondiente declinación en su influencia política.
6) Por otro lado, una población hispana crecientemente numerosa asegurará una mayor atención e involucramiento de los Estados Unidos en la cultura, la religión, la economía y la política de la región.
7) La creciente importancia relativa de la región como productora de petróleo, gas natural, biocombustibles y otras fuentes de energía renovable impulsarán el crecimiento en Brasil, Chile, Colombia y México, pero la propiedad del Estado y la turbulencia política impedirán un eficiente desarrollo de los recursos energéticos.
8) Los problemas de seguridad pública continuarán siendo difíciles de resolver y, en algunos casos, serán inmanejables. Partes de América Latina continuarán estando entre las áreas más violentas del mundo. Las organizaciones del tráfico de drogas, los carteles criminales y las bandas y pandillas locales continuarán socavando la seguridad pública, lo cual determinará que algunos pocos pequeños países, especialmente en Centroamérica y el Caribe, estarán al borde de convertirse en estados fallidos.
El informe dedica un apartado al fortalecimiento del liderazgo regional de Brasil, aunque acotando que, más allá de su creciente importancia como productor de energía y en las negociaciones comerciales, tendrá limitaciones para proyectarse más allá del continente como un actor principal de los asuntos internacionales. Se señala también que las percepciones brasileñas sobre la importancia de desempeñar un papel clave como líder regional y mundial se han incorporado a la conciencia nacional y trascienden la política partidista. Los descubrimientos de yacimientos de petróleo costa afuera tendrían el potencial de agregar otra dinámica a una economía brasileña ya diversificada y colocarla en un sendero de más rápido crecimiento. Los progresos en los temas sociales, como la reducción de la criminalidad y la pobreza, tendrían un papel decisivo en determinar el futuro liderazgo de Brasil.
Escenarios para la unidad y la emancipación
La serie de informes sobre tendencias globales elaborados por el NIC, mediante procesos de intercambios entre expertos cada vez más amplios y profundos, evidencia que el gobierno norteamericano toma muy en serio los estudios prospectivos sobre la política internacional. Además, la relectura de los pronósticos contenidos en estos reportes permite constatar un razonable nivel de aciertos, en algunos casos bastante impresionante.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la predicción de los eventos futuros con exactitud nunca podrá ser la pretensión fundamental de la prospectiva. En su lugar, la razón de ser más importante de este tipo de ejercicios es anticipar escenarios futuros con un determinado nivel de probabilidad de ocurrencia, tanto aquellos que sean favorables y deseados –para desarrollar estrategias y políticas que permitan aproximarnos a ellos-, como aquellos desfavorables e indeseables para desarrollar líneas de acción que permitan evitarlos, contrarrestarlos o al menos amortiguarlos. Por tanto, la construcción de escenarios es un componente fundamental del proceso de planificación y elaboración de estrategias y políticas a desarrollar por los órganos competentes de los Estados. Como consecuencia de esto, sin que ello implique renunciar al análisis científico y al mayor nivel posible de objetividad, los escenarios siempre serán portadores de determinados proyectos políticos, así como de los intereses y valores ideológicos prevalecientes en sus formuladores y destinatarios.
De esta manera, en el caso de la proyección externa de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, las formulaciones públicas de estos escenarios, como en el caso de los informes del NIC, cumplen una función legitimadora y justificante de las estructuras y políticas hegemónicas que buscan perpetuar el sistema de dominación continental.
En este sentido, por ejemplo, contribuyen a alimentar la gran falacia –promovida de manera insistente desde los Estados Unidos y sus mecanismos repetidores en el continente- de que América Latina y el Caribe tiene un bajo nivel de prioridad dentro de la política exterior global norteamericana y que, por tanto, los gobiernos de la región tienen que acatar de manera dócil las reglas del juego del sistema de dominación imperante para así poder aspirar a ganar espacio en el conjunto de prioridades norteamericanas. Todo esto bajo el presupuesto, además, de que entrar en el “radar” de la política exterior de los Estados Unidos es algo muy beneficioso para el país en cuestión. Esta visión servil, típica de la derecha pro norteamericana, choca frontalmente con la realidad histórica de la actuación criminalmente intervencionista e injerencista desarrollada de manera tan activa, consecuente y continua por los Estados Unidos en nuestra región, desde la proclamación de la Doctrina Monroe hasta el presente.
El énfasis que se otorga en los informes del NIC a la tendencia hacia la diferenciación entre los países y la fragmentación de América Latina y el Caribe, es otra visión interesada que, si bien se basa en tendencias y procesos reales, desconoce totalmente y descarta de antemano la posibilidad de desarrollo, aceleración y profundización de escenarios basados en tendencias y procesos unitarios de signo contrario, como los que se han desarrollado durante el presente siglo, de manera auspiciosa de un mejor futuro para Nuestra América.
En tanto, la satanización de los líderes y procesos revolucionarios, democráticos y progresistas, así como el reiterado uso de términos peyorativos para calificarlos (autoritarios y populistas), no merece mayores comentarios.
Por otra parte, es preciso reconocer que los informes del NIC contienen elementos y análisis de interés que les confieren determinado nivel de objetividad como, por ejemplo, el reconocimiento de que una de las principales tendencias en curso es el proceso de declinación relativa del poder norteamericano a nivel global, con una consiguiente pérdida relativa de su control e influencia en el propio hemisferio occidental. Esta constatación es desconocida en el discurso oficial norteamericano actual y, en particular, es anatema para la derecha neoconservadora que espera ocupar nuevamente el gobierno, de manera física, a partir de enero de 2013. Esta tendencia declinante no es necesariamente irreversible y, si bien su realización sería muy positiva para las fuerzas liberadoras y antiimperialistas de Nuestra América, su desarrollo pudiera implicar momentos peligrosos y acciones muy ofensivas por parte de los Estados Unidos, en su pretensión de preservar y reafirmar su actual preeminencia incontrastable en el continente, en el contexto de una creciente competencia y rivalidad a nivel global entre las potencias establecidas y emergentes.
En una fase del sistema internacional de acelerados y profundos cambios estructurales, con una superpotencia particularmente agresiva, un sistema institucional multilateral en crisis y un derecho internacional moribundo, los escenarios norteamericanos sobre nuestra región, como los elaborados por el NIC, son un referente insoslayable para poder imaginar y construir en la práctica nuestros propios escenarios antihegemónicos y emancipadores. El arduo y desafiante esfuerzo para lograr una región latinoamericana y caribeña unida y poderosa, debe comenzar por imaginar y pensar en grande sobre el futuro, trascendiendo las limitaciones y urgencias del presente inmediato, como hicieron nuestros próceres de la independencia y hoy hacen nuestros mejores líderes.
Referencias:
National Intelligence Council (1997). Global Trends 2010. Consultado en http://www.dni.gov/nic/special_globaltrends2010.html .
National Intelligence Council (2000). Global Trends 2015: A Dialogue About the Future With Nongovernment Experts. Consultado enhttp://www.dni.gov/nic/PDF_GIF_global/globaltrend2015.pdf .
National Intelligence Council (2004). Mapping the Global Future: Report of the National Intelligence Council’s 2020 Project. Consultado enhttp://www.foia.cia.gov/2020/2020.pdf .
National Intelligence Council (2008). «Global Trends 2025: A Transformed World». Consultado en http://www.dni.gov/nic/PDF_2025/2025_Global_Trends_Final_Report.pdf .

[1] Trabajo presentado en la X Conferencia de Estudios Americanos, organizada por Centro de Investigaciones de la Política Internacional (CIPI), La Habana, 16-18 de noviembre de 2011.
[2] No obstante, estos informes públicos deben tomarse siempre como versiones convenientemente editadas de documentos más amplios, detallados y descarnados que orientan el trabajo en materia exterior de la Presidencia y los respectivos órganos especializados del gobierno norteamericano, en particular el Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado.
[3] En el año 2010 el NIC publicó, de conjunto con el Instituto para Estudios de la Seguridad de la Unión Europea, el informe “Gobernanza Global 2025”, concebido como una especie de continuación y actualización del informe publicado dos años antes. Este documento hace muy pocas referencias a América Latina y el Caribe, con excepción de Brasil, sin exponer elementos particularmente novedosos o relevantes con respecto al informe previo, por lo cual no lo hemos considerado en este trabajo.
[4] Ampliando este interesante aspecto, el documento sostiene que no todos los países latinoamericanos compartirán la misma voluntad de asociación con Estados Unidos. En varios casos, la situación geográfica o una visión compartida de las élites continuarán produciendo una voluntad de integración de largo plazo. En otros, diferentes niveles de resistencia a Estados Unidos de parte de las poblaciones latinoamericanas terminará arrastrando a sus dirigencias a una política de distanciamiento y desconfianza, aunque la resistencia a una mayor integración también podría surgir de la propia visión de las élites políticas e intelectuales. En el caso brasileño, se precisa que el diagnóstico sobre la necesidad de construir un perfil regional reduciendo la interacción con Estados Unidos surge de un consenso en la dirigencia. 
Roberto M. Yepe Papastamatin es Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”
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Rebelión, 20 Enero 2006
“La mentira como principio de política exterior de Estados Unidos
hacia América Latina”
Foreign Affairs
Este trabajo se propone analizar el papel de América Latina en la política exterior estadounidense. El derrumbe del orden bipolar fue acompañado por el vigoroso renacimiento de añejas teorizaciones que, en síntesis, plantean la tesis de la irrelevancia de nuestros países. Esto obedecería a su escaso interés estratégico y económico, sobre todo si se les compara con Medio Oriente, Asia Central o el Sudeste Asiático, para no hablar de Europa. Una de sus variantes, tal vez la más radical, subraya que nuestra irrelevancia responde a una dolorosa realidad: América Latina ha sido, en verdad, una construcción mítica, una imagen fantástica huérfana de todo sustento real. Como no existimos, mal podría haber una política hacia nosotros. La tesis de este trabajo es que sí existimos, que por eso Washington tiene una política muy definida y relativamente invariante hacia América Latina, y que la tiene porque nuestra región le importa, y mucho.
La perniciosa herencia del colonialismo
Que el tema de nuestra supuesta irrelevancia —o de la “irrealidad de la realidad” latinoamericana— no es nuevo, lo demuestra sobradamente y con una infrecuente combinación de elegancia estilística y profundidad de razonamiento un notable ensayo de Roberto Fernández Retamar, Calibán, originalmente aparecido en el año 1971 como respuesta a una insidiosa pregunta que se le formulara acerca de este mismo tema : “¿Existen ustedes, existe América Latina?”
Las reflexiones de Fernández Retamar ponen en evidencia, a partir de un minucioso recorrido histórico, la excepcionalidad del proceso de construcción de las sociedades latinoamericanas —simbiosis única entre los mundos precolombinos, europeos y africanos— y la definida identidad resultante de ella. Identidad que, al igual que la europea o la estadounidense, no implica uniformidad sino una fecunda diversidad al interior de un espacio histórico-cultural común. No obstante, una de las desafortunadas consecuencias de esta creación civilizatoria ha sido la persistencia —abonada por más de tres siglos de dominación colonial, y casi cuatro en Cuba y Puerto Rico— de arraigadas actitudes de subordinación cultural e ideológica entre los grupos dirigentes y amplios sectores de la intelectualidad latinoamericana.
Precisamente, una de las manifestaciones de esa “colonialidad” es la pertinaz negación de la existencia misma de América Latina, de la común historia de sus países, de su rica y variada cultura también común y de su futuro inevitablemente compartido. El pasado, el presente y el futuro, amén de la geografía, nos confieren esa identidad. El intelectual colonizado, fiel a la tradición imperial de “ninguneo” a las colonias —invariablemente percibidas como pueblos bárbaros y justos merecedores del sistemático pillaje al que se ven sometidos— asume como propia la visión del mundo de los amos. Todos los imperios consideraron a sus dominados como inferiores, bárbaros, despreciables, al punto tal que su propia condición humana, tanto ayer como hoy, aparecía frecuentemente en cuestión. Así pensaban los romanos de la Galia e Iberia, las actuales Francia y España; Inglaterra nada menos que de la India, una de las civilizaciones más antiguas y exuberantes del planeta; y así piensa hoy la clase dirigente de Estados Unidos en relación a casi todo el resto del mundo, incluyendo como una de sus más recientes incorporaciones a la así llamada “vieja Europa.”
En el campo de la política exterior esto se traduce en la famosa tesis de la irrelevancia de América Latina, alentada tradicionalmente por Washington, tal como antes lo hiciera la Inglaterra Victoriana en relación a la India. En ambos casos se entiende muy fácilmente la lógica que preside ese razonamiento: convencer al otro de su insignificancia y de su inferioridad otorga al dominador una ventaja prácticamente decisiva en cualquier controversia. Se comprende entonces la insistencia de algunos oscuros ocupantes del Departamento de Estado o del Consejo de Seguridad Nacional en señalar nuestra irremediable inferioridad, en decirnos que ocupamos un quinto o sexto lugar en sus prioridades y en pedirnos que no pretendamos que se nos preste más atención de la que compasivamente se nos otorga, casi como de favor. Como decía antes, lo grave no es que tesis como ésta la expresen voceros de Washington; lo realmente lastimoso y deplorable es que la misma sea tenida como válida por supuestos expertos en asuntos internacionales y por gobernantes resignados y claudicantes de nuestros países. En casos extremos, como en mi país, esta actitud fue la justificación esgrimida para adoptar como principio cardinal de la agenda exterior de Argentina la política de las “relaciones carnales” con Estados Unidos, esto es, el más absoluto e incondicional alineamiento con Washington en todos y cada uno de los temas internacionales. Hemos pagado carísimo semejante desatino.
Para resumir: la doctrina de la “negligencia benigna” no es otra cosa que una burda mentira, una actitud hipócrita que busca por medio de este artilugio desalentar cualquier tentativa de cuestionar las relaciones de subordinación establecidas entre la potencia dominante y nuestros países. Condición previa de tal impugnación es tomar conciencia de nuestra verdadera importancia para Estados Unidos y, seguidamente, desarrollar una estrategia colectiva para, en concordancia con lo anterior, redefinir nuestras relaciones con la Roma americana. [.1]

¿Irrelevantes?
La tesis de la irrelevancia, que sería “políticamente incorrecto” justificar sobre bases racistas, aduce que América Latina no pesa en el escenario internacional, que sus países no son “jugadores centrales” en la arena mundial y sus economías no gravitan en los mercados globales. Pero esta tesis se derrumba ante el peso de numerosas paradojas. Si América Latina fuese tan irrelevante, ¿cómo se explica que Estados Unidos haya incurrido en una secuencia interminable de intervenciones militares (más de cien a lo largo del siglo veinte), invasiones, golpes de mercado, asesinatos políticos, sobornos, campañas de desestabilización y desquiciamiento de procesos democráticos y reformistas perpetrados contra una región carente por completo de importancia? ¿No hubiese sido más razonable una política de indiferencia ante vecinos revoltosos pero insignificantes? Si no existimos, o si somos tan irrelevantes, ¿cómo explicar que haya sido precisamente ésta la primera región del mundo para la cual Estados Unidos elabora, tan precozmente como en 1823, una postura específica en su agenda de política exterior, la Doctrina Monroe? Si somos tan poca cosa, ¿por qué Washington persiste durante más de 40 años con su bloqueo contra Cuba, condenado hasta por Juan Pablo II? Si poco y nada valemos, ¿por qué tanto empecinamiento por crear el ALCA? ¿Y si no existiera la América Latina, cómo se explica entonces el naufragio de ese proyecto de consolidación imperial?
Como vemos, la idea de nuestra supuesta irrelevancia no resiste la menor prueba empírica. En realidad, América Latina tiene una importancia estratégica fundamental para Estados Unidos, y es la región que le plantea mayores desafíos en el largo plazo. En los años ochenta, en el apogeo de la “guerra de las galaxias” de Ronald Reagan, había quienes decían que la URSS era un problema transitorio para Estados Unidos, pero que América Latina constituía un desafío permanente, arraigado en las inconmovibles razones de la geografía. Tanto era así que en esos mismos años el personal diplomático adscrito a la embajada de Estados Unidos en México era superior al que se hallaba estacionado en todo el territorio de la Unión Soviética. Es que América Latina es la frontera caliente de Estados Unidos, su inevitable contacto con la periferia imperial, misma que somete y saquea, generando una vasta zona de perpetuas turbulencias políticas que brotan de su condición, nada casual, de ser la región con la peor y más injusta distribución de ingresos y riquezas del planeta.
Si la Casa Blanca miente descaradamente al pueblo estadounidense —recordemos la historia de las famosas “armas de destrucción masiva” que supuestamente existían en Irak y las recientes declaraciones de Colin Powell arrepintiéndose de haberla avalado—, ¿por qué no habría de mentir a los latinoamericanos? La excepcional relevancia de nuestra región fue adecuadamente subrayada por Colin Powell cuando dijera, en relación a las expectativas depositadas por Washington en el alca que: “nuestro objetivo es garantizar para las empresas estadounidenses el control de un territorio que se extiende desde el Ártico hasta la Antártica y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculo de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio.” ¿Irrelevantes? Nótese la importancia de nuestra región como un gigantesco mercado para las inversiones estadounidenses, grandes oportunidades de inversión, fabulosas expectativas de rentabilidad posibilitadas por el control político que Washington ejerce sobre casi todos los gobiernos de la región, y todo esto en un territorio que alberga un repertorio casi infinito de recursos naturales de todo tipo.
América Latina podría ser, en función de probables desarrollos tecnológicos, la región que cuente con las mayores reservas petroleras del mundo. No lo es hoy, pero podría serlo mañana. En todo caso, aun en las condiciones actuales, es la que puede ofrecer un suministro más cercano y seguro a Estados Unidos, dato harto significativo cuando sus reservas no alcanzan para más de 10 años y las fuentes alternativas de aprovisionamiento son mucho más lejanas y han entrado en una zona de creciente inestabilidad política a causa de la tradicional torpeza con que Washington maneja estos asuntos. Medio Oriente se ha convertido en un polvorín que puede estallar en cualquier momento, donde el resentimiento antiestadounidense alcanza proporciones impresionantes aun en los “Estados-clientes” como Egipto, Arabia Saudita y Turquía. Y las cuencas petroleras de África Occidental y Asia Central carecen de las más elementales condiciones políticas requeridas para garantizar un flujo estable y previsible de petróleo hacia Estados Unidos. La obscena presión ejercida sobre el gobierno venezolano desde la Casa Blanca tiene que ser vista a la luz de estas realidades.
América Latina tiene asimismo grandes reservas de gas, dispone de algo más de la tercera parte del total de agua potable del planeta, y es el territorio donde se encuentran los ríos más caudalosos del mundo y algunas de sus mayores cuencas acuíferas. Una de ellas, la de Chiapas, ya ha sido considerada como posible solución para enfrentar el inexorable agotamiento del suministro de agua que afecta el Suroeste de Estados Unidos y que compromete el acceso al vital liquido de poblaciones como Los Angeles y San Diego. Y si se trata de biodiversidad, ¿cómo podría ser irrelevante una región que cuenta con 40% de todas las especies animales y vegetales existentes en el planeta? Esta riqueza constituye un imán poderosísimo para las grandes transnacionales estadounidenses, dispuestas a imprimir el sello de su copyright a todas las formas de vida animal o vegetal existentes y, a partir de ello, dominar por entero la economía mundial. Por algo el tema de los derechos de propiedad intelectual tiene tanta prioridad para Washington, como lo atestiguan las negociaciones en el seno de la Organización Mundial del Comercio.
Por último, desde el punto de vista territorial, América Latina es una retaguardia militar de crucial importancia. Obviamente, los funcionarios del Departamento de Estado lo niegan rotundamente, pero los expertos del Pentágono saben que esto es así. Por eso el empecinamiento de Washington por saturar nuestra geografía con bases y misiones militares y su obstinación en garantizar la inmunidad del personal involucrado en las mismas. Si fuéramos tan poco importantes como se nos dice, ¿por qué la Casa Blanca se desvive proponiendo políticas que suscitan el repudio casi universal en la región?

Conclusiones
La importancia de América Latina no ha hecho sino acrecentarse en los últimos tiempos. El fracaso de los experimentos neoliberales, que ni encaminaron nuestras economías por la senda del crecimiento, ni redistribuyeron la renta ni consolidaron nuestras frágiles democracias ha sumido a la región en una de sus más profundas crisis. Desde México, en la frontera con Estados Unidos, hasta Argentina, pasando por América Central y el Caribe, todo el mundo andino y Brasil, el signo de los tiempos es el desencanto con la democracia, una creciente activación de la protesta social y un resentimiento cada vez más extenso y profundo en relación a Estados Unidos.
Hay una vieja tradición de la política exterior estadounidense hacia América Latina: mientras ésta se encuentre firmemente bajo el control de Washington, la respuesta oficial es la “negligencia benigna”, y entonces la región queda relegada a un segundo plano. Sin embargo, en cuanto despuntan algunos síntomas de rebeldía o de insubordinación, esta “irrelevante” región del planeta asciende al primer plano de las preocupaciones de Washington, desplazando rápidamente a otras supuestamente más importantes. Pruebas al canto: bastó que un gobierno socialista moderado fuese democráticamente electo en Chile, en 1970, para que esa misma noche la Casa Blanca emitiese la orden de “hacer chirriar y gritar la economía chilena” y destinase ingentes sumas de dinero para conjurar la amenaza representada por Salvador Allende. En los años ochenta, el triunfo del sandinismo convirtió a Nicaragua en una gravísima amenaza a la seguridad nacional estadounidense, desencadenando una respuesta de Washington violatoria de las más elementales normas del derecho internacional. Lo mismo ocurriría con Granada, que pese a sus 344 kilómetros cuadrados y sus 60.000 habitantes también fue considerada por la administración Reagan un peligro tan grande como para justificar la grotesca intervención militar de 1983. A mediados de los sesenta, la posibilidad de un eventual retorno de Juan Bosch al gobierno de República Dominicana había provocado el desembarco de más de 40.000 marines y el aplastamiento de las fuerzas insurgentes. A finales de los noventa y, en una progresión que ha llegado a extremos sumamente preocupantes en los últimos años, Washington ha reaccionado con una virulencia inusitada ante la consolidación del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, cuyas credenciales democráticas —monitoreadas y supervisadas por la oea y la Fundación Carter— superan con creces las exhibidas por el presidente George W. Bush Jr. en las elecciones de 2000. Casi medio siglo de bloqueo contra Cuba, desencadenado cuando la isla comenzó a adoptar algunas medidas reformistas, es otra prueba concluyente de la prepotencia imperial. En síntesis: si nuestros países se someten mansamente y obedecen los mandatos de Washington, la región no es prioritaria; pero en cuanto algún gobierno pretende tomar el destino en sus manos, ese país latinoamericano, no importa cuán pequeño sea, es catapultado al primer nivel de las preocupaciones de Washington.
La nueva doctrina estratégica estadounidense —según Noam Chomsky, un plan de dominación mundial como no se conocía desde la época de Hitler—, anunciada en septiembre de 2002, acentúa las ominosas perspectivas que se abren en el campo de las relaciones hemisféricas. Un Estados Unidos ya abiertamente asumido por sus dirigentes y por sus principales intelectuales orgánicos como un imperio, que se ha arrogado la absurda —y peligrosísima— misión de sembrar la democracia y la libertad por todo el mundo, y que ha militarizado las relaciones internacionales y acrecentado sus gastos militares a un nivel sin precedentes en la historia, difícilmente pueda ser considerado un elemento positivo para fortalecer la presencia de América Latina en el sistema internacional. La decadencia de la clase dirigente de Estados Unidos, ejemplificada de manera inigualable por el ascenso a la presidencia de personajes tan mediocres como Ronald Reagan y George W. Bush Jr., no es una buena noticia para el mundo. Todo hace presumir que la política seguida hacia América Latina en estos años, acentuada luego de los atentados de 2001, difícilmente será modificada. Nada permite prever que la premonitoria sentencia de Bolívar: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar a la América española de miserias en nombre de la libertad” pueda llegar a ser desmentida por un gobierno como el de Bush Jr. que, al decir de eminentes intelectuales estadounidenses ha sido secuestrado por las grandes empresas y que, con increíble miopía, piensa que lo que es bueno para Halliburton es bueno para Estados Unidos y, por añadidura, para todo el mundo.
[.1] “Americana”, en este caso, porque es la Roma del continente americano. NO corresponde poner “estadounidense.”
Originalmente publicado en Foreign Affairs en Español  (México)  Vol. 6, Núm. 1, 2006 (pp. 61-68)

8 Comentarios

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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