La Cumbre de la UNASUR en Bariloche tendrá que enfrentar dos gravísimos problemas que abruman a América Latina: el golpe militar en Honduras y la militarización de la región como resultado de la instalación no de una sino de siete bases militares norteamericanas en Colombia.
En relación a lo primero la UNASUR deberá exigirle a Barack Obama coherencia con sus propias declaraciones a favor de una nueva era en las relaciones interamericanas. Como lo hemos reiterado en numerosas oportunidades este golpe es un globo de ensayo para testear las respuestas de los pueblos y los gobiernos de la región. Y si tiene lugar en Honduras es precisamente porque fue ese el país más meticulosamente sometido a la influencia ideológica y la dominación política de Washington.
Fracasada la negociación de la OEA Washington procedió a suspender la emisión de visas para los ciudadanos de Honduras. Medida tibia, muy tibia, pero síntoma de que está tomando nota del clima político imperante en la región. Pero Obama debe hacer mucho más, y dejar de lado el falaz argumento que expresara hace unos pocos días cuando se refirió a la contradicción en que incurrirían los críticos del imperialismo al exigirle ahora que intervenga en Honduras. Es “irónico” –dijo en esa ocasión- “que algunos de los que han criticado la injerencia de Estados Unidos en América Latina se quejen ahora de que no está interfiriendo lo suficiente”.
Sabemos que Obama no está demasiado informado de lo que hacen sus subordinados civiles o militares, para ni hablar de los servicios de inteligencia. Pero debería saber, por ser tan elemental, que Estados Unidos viene interviniendo en Honduras desde 1903, año en que primera vez los marines desembarcaron en ese país para proteger los intereses norteamericanos en un momento de crisis política. En 1907, en ocasión de la guerra entre Honduras y Nicaragua, tropas estadounidenses se estacionaron durante unos tres meses en las ciudades de Trujillo, Ceiba, Puerto Cortés, San Pedro Sula, Laguna y Choloma. En 1911 y 1912 se reiterarían las invasiones, en este último caso para impedir la expropiación de un ferrocarril en Puerto Cortés. En 1919, 1924 y 1925 fuerzas expedicionarias del imperio volverían a invadir Honduras, siempre con el mismo pretexto: salvaguardar la vida y la propiedad de ciudadanos norteamericanos radicados en este país. Pero la gran invasión ocurriría en 1983, cuando bajo la dirección de un personaje siniestro, el embajador John Negroponte, se establecería la gran base de operaciones desde la cual se lanzó la ofensiva reaccionaria en contra del Sandinismo gobernante y la guerrilla salvadoreña del Frente Farabundo Martí. Obama no puede ignorar estos nefastos antecedentes y por lo tanto debe saber que el golpe contra Zelaya sólo fue posible por la aquiescencia brindada por su gobierno. Lo que se le está pidiendo es que Estados Unidos deje de intervenir, que retire su apoyo a los golpistas, único sustento que los mantiene en el poder, y que de ese modo facilite el retorno de Zelaya a Tegucigalpa. La Casa Blanca dispone de muchos instrumentos económicos y financieros para disciplinar a sus compinches. Si no lo hace es porque no quiere, y los gobiernos y pueblos de América Latina deberían sacar las conclusiones del caso.
En relación al segundo problema, las bases norteamericanas en Colombia, es preciso decir lo siguiente. Primero, que el imperio no tiene diseminadas 872 bases y misiones militares a lo ancho y largo del planeta para que sus tropas experimenten las delicias del multiculturalismo o de la vida al aire libre. Si las tiene, a un costo gigantesco, es porque tal como lo ha dicho Noam Chomsky en numerosas oportunidades, son el principal instrumento de un plan de dominación mundial sólo comparable al que en los años treintas alucinara a Adolf Hitler. Pensar que esas tropas y esos armamentos se desplegarán en América Latina para otra cosa que no sea asegurar el control territorial y político de una región que los expertos consideran como la más rica del planeta por sus recursos naturales -acuíferos, energéticos, biodiversidad, minerales, agricultura, etcétera- constituye una imperdonable estupidez. Esas bases son la avanzada de una agresión militar, que puede no consumarse hoy o mañana, pero que seguramente tendrá lugar cuando el imperialismo lo considere conveniente. Por eso la UNASUR debe rechazar enérgicamente su presencia y exigir la suspensión del proceso de instalación de las bases. Y, además, aclarar que este no es un “asunto interno” de Colombia: nadie en su sano juicio puede invocar los derechos soberanos de un país para justificar la instalación en su territorio de fuerzas y equipamientos militares que sólo podrán traer destrucción y muerte a sus vecinos. Cuando en los años treinta Hitler rearmó a Alemania los Estados Unidos y sus aliados pusieron el grito en el cielo, sabedores que el paso siguiente sería la guerra, y no se equivocaron. ¿Por qué ahora sería diferente?
Segundo: mientras Uribe sea presidente de Colombia no habrá solución a este problema. Él sabe, como todo el mundo, que Estados Unidos ha venido confeccionando un prontuario que no cesa de crecer en donde se lo califica de narcotraficante y de cómplice de los crímenes de los para militares. En 2004 el Archivo Federal de Seguridad de Estados Unidos dio a conocer un documento producido en 1991 en el que se acusa al por entonces senador Álvaro Uribe Vélez de ser una de los principales narcotraficantes de Colombia, referenciado como el hombre número 82 en un listado cuyo puesto 79 ocupaba Pablo Escobar Gaviria, capo del cartel de Medellín. El informe, que puede leerse en http://www.gwu.edu/%7Ensarchiv/NSAEBB/NSAEBB131/dia910923.pdf
asegura que el hoy presidente colombiano “se dedicó a colaborar con el cartel de Medellín en los más altos niveles del gobierno. Uribe estaba vinculado a un negocio involucrado en el tráfico de narcóticos en Estados Unidos. Su padre fue asesinado en Colombia por su conexión con los narcos. Uribe trabajó para el Cartel de Medellín y es un estrecho amigo personal de Pablo Escobar Gaviria ...(y) fue uno de los políticos que desde el Senado atacó toda forma de tratado de extradición.” Por lo tanto, Uribe no tiene ningún margen de autonomía para oponerse a cualquier pedido que provenga de Washington. Su misión es ser el Caballo de Troya del imperio y sabe que si se resiste a tan ignominiosa tarea su suerte no será distinta de la que corrió otro personaje de la política latinoamericana, presidente también él: Manuel Antonio Noriega, quien una vez cumplida con la misión que la Casa Blanca le asignara fue arrestado en 1989 luego de una cruenta invasión norteamericana a Panamá y condenado a 40 años de prisión por sus vinculaciones también con el cártel de Medellín. Cuando Noriega dejó de ser funcional a los intereses del imperio pasó velozmente y sin escalas de presidente a prisionero en una celda de máxima seguridad en los Estados Unidos. Ese es el espejo en que día y noche se mira Uribe, y eso explica su permanente crispación, sus mentiras, y su desesperación por volver a ser elegido como presidente de Colombia,
Qué pretende Uribe con su frenética gira por América Sudamérica? Nada menos que vender una iniciativa tóxica, para utilizar el lenguaje impuesto por la crisis capitalista: justificar la escalada de la ofensiva militar del imperio con el propósito de revertir los cambios que en los últimos años alteraron la fisonomía sociopolítica de la región. Ante esta desconcertante realidad la táctica de la Casa Blanca ha sido abandonar la retórica belicista de Bush y ensayar un discurso igualitarista y respetuoso de la soberanía de los países del área, pero desplegando nuevas bases militares, manteniendo a la Cuarta Flota y fortaleciendo sin pausa al Comando Sur.
En este sentido Barack Obama, a quien los perpetuamente desorientados “progres” europeos y latinoamericanos continúan confundiendo con Malcom X, está siguiendo al pie de la letra los consejos de Theodore Roosevelt, el padre de la gran expansión imperialista norteamericana en el Caribe y Centroamérica, cuando dijera “speak softly and carry a big stick”, es decir, “habla bajito pero lleva un gran garrote”. Roosevelt fue un maestro consumado en aplicar esa máxima a la hora de construir el Canal de Panamá y lograr, con la infame Enmienda Platt, la práctica anexión de Cuba a los Estados Unidos. Con su política de remilitarización forzada de la política exterior hacia América Latina y el Caribe Obama se interna por el camino trazado por su predecesor.
La justificación que Uribe esgrime en apoyo de su decisión de conceder a las fuerzas armadas de Estados Unidos siete bases militares es que de esa manera se amplía la cooperación con el país del Norte para librar un eficaz combate contra el narcotráfico y el terrorismo. Excusa insostenible a la luz de la experiencia: según una agencia especializada de las Naciones Unidas los dos países donde más creció la producción y exportación de amapola y coca son Afganistán y Colombia, ambos bajo una suerte de ocupación militar norteamericana. Y si algo enseña la historia del último medio siglo de Colombia es la incapacidad para resolver el desafío planteado por las FARC por la vía militar.
Pese a ello el general Freddy Padilla de León –quien gusta decir que morir en combate “es un honor sublime”- anunció días pasados en Bogotá que las siete bases estarían localizadas en Larandia y en Apiay (ambas en el Oriente colombiano); en Tolemaida y en Palanquero (en el centro de Colombia); en Malambo (sobre el Atlántico, en la costa norte); en Cartagena, sobre el Caribe colombiano y la séptima en un lugar aún no determinado de la costa del Pacífico. El Congreso de Estados Unidos ya aprobó la suma de 46 millones de dólares para instalar su personal y sus equipos bélicos y de monitoreo en estas nuevas bases con el objeto de reemplazar las instalaciones que tenía en Manta. En la actualidad ya hay en Colombia 800 hombres de las fuerzas armadas de Estados Unidos y 600 “contratistas civiles” (en realidad, mercenarios) pero los analistas coinciden en señalar que la cifra real es mucho más elevada que la oficialmente reconocida.
No hace falta ser un experto militar para comprobar que con la entrega de estas bases Venezuela queda completamente rodeada, sometida al acoso permanente de las tropas del imperio estacionadas en Colombia, amén de las nativas y los “paramilitares”. A ello habría que agregar el apoyo que aportan en esta ofensiva en contra de la Revolución Bolivariana las bases norteamericanas en Aruba, Curazao y Guantánamo; la de Palmerolas, en Honduras; y la Cuarta Flota que dispone de suficientes recursos para patrullar efectivamente todo el litoral venezolano. Pero no sólo Chávez está amenazado: también Correa y Evo Morales quedan en la mira del imperio si se tiene en cuenta que Alan García en Perú arde en deseos de ofrecer “una prueba de amor” al ocupante de la Casa Blanca otorgándole facilidades para sus tropas.
En Paraguay, Estados Unidos se aseguró el control de la estratégica base de Mariscal Estigarribia –situada a menos de cien kilómetros de la frontera con Bolivia- y que cuenta con una de las pistas de aviación más extensas y resistentes de Sudamérica, apta para recibir los gigantescos aviones de transporte de tanques, aviones y armamento pesado de todo tipo que utiliza el Pentágono. También en ese país dispone de una enorme base en Pedro Juan Caballero, ¡localizada a 200 metros de la frontera con Brasil!, pero según Washington pertenece a la DEA y tiene como finalidad luchar contra el narcotráfico. La amenaza que representa esta expansión sin precedentes del poder militar norteamericano en Sudamérica no pasó desapercibida para Brasil, que sabe de las ambiciones que Estados Unidos guarda en relación a la Amazonía, región que “puertas adentro” los estrategas imperiales consideran como un territorio vacío, de libre acceso, y que será ocupado por quien tecnológicamente tenga la capacidad de hacerlo.
Ante estas amenazas los países sudamericanos tienen que reaccionar con mucha firmeza, exigiéndole a Estados Unidos archivar sus planes belicistas en Colombia, desmilitarizar América Latina y el Caribe y desactivar la Cuarta Flota. La retórica “dialoguista” de Obama es incongruente con la existencia de semejantes amenazas, y si quiere lograr un mínimo de credibilidad internacional debería ya mismo dar instrucciones para dar marcha atrás con estas iniciativas. Por su parte, los gobiernos de la región nucleados en la Unasur y el Consejo Sudamericano de Defensa deberían hacer oídos sordos ante las falacias de Uribe y pasar del plano de la retórica y la indignación moral al más concreto de la política, impulsando algunos gestos bien efectivos: por ejemplo, ordenando el inmediato retiro de las misiones militares y los uniformados estacionados en nuestros países mientras no se reviertan aquellas políticas. De ese modo el mensaje de rechazo y repudio al “militarismo pentagonista” -como precozmente lo bautizara un gran latinoamericano, Juan Bosch- llegaría claro y potente a los oídos de sus destinatarios en Washington. Las súplicas y exhortaciones, en cambio, no harían sino exacerbar las ambiciones del imperialismo.Los 7 ensayos de Mariátegui: hito fundacional
del marxismo latinoamericano
Atilio A. Boron
Los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana son, sin dudas, el
primer gran trabajo de investigación y teorización producido en el interior
de la tradición marxista en América Latina y por un autor latinoamericano,
lo que le ha conferido a Mariátegui justísima fama como uno de
los mayores pensadores de Nuestra América a lo largo de todo el siglo xx.
Los 7 ensayos son un texto que, pese a que fue escrito hace poco
más de ochenta años, aporta un luminoso análisis de las grandes tendencias
que marcaron la historia del Perú desde la Conquista, el Virreinato
y la República, llegando con sus luces hasta finales de la década
de 1920. Claro está que cuando Mariátegui habla sobre el Perú también
lo está haciendo de Latinoamérica pues los problemas que con tanta
agudeza examina su obra reaparecen, con algunas ligeras variaciones,
en otros países de la región. Como si lo anterior fuera poco, el libro contiene
además algunos pasajes que llaman poderosamente la atención
por su asombrosa actualidad. Por añadidura, digamos además que en
la Argentina –y, en general, en buena parte de América Latina– una
obra tan importante como esta solo por excepción es conocida más
allá de un reducido círculo de especialistas, pese a que tanto la intención
de su autor como la claridad de su argumentación y la amenidad
de su prosa la hacen particularmente apta para acceder a un público
más amplio. Se trata, en suma, de un texto que por sus propios méritos
Nota del autor: agradezco los atinados comentarios de Fernando Martínez Heredia a una
primera versión de este estudio preliminar.
8 | BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
tiene bien ganado el título de «clásico» del pensamiento marxista, uno
de los muy pocos producidos en esta parte del mundo.1
Esta breve nota introductoria tiene por objeto aportar algunos antecedentes
sobre su autor y el contexto histórico en que produjo su obra,
y subrayar algunos pasajes del texto que nos parecen particularmente
relevantes, confiando en que estas breves reflexiones facilitarán una
adecuada lectura del libro y la comprensión de sus tesis principales.
El autor
Mariátegui nace en Moquegua, al sur del Perú, en un hogar de la baja
clase media el 14 de junio de 1895.2 Abandonada por su padre, el inmigrante
vasco Francisco Javier Mariátegui Requejo, la familia emigra
a Huacho, donde reside su rama materna. En esa localidad, y ya como
estudiante en la escuela primaria, Mariátegui sufre un accidente en la
escuela, por lo que es trasladado a Lima e internado en la Maison de
Santé. Ese duro golpe en la rodilla izquierda le causará no solo una
extensa convalecencia de cuatro años en Lima sino también una per-
1. Cabría agregar, a riesgo de distraer al lector o la lectora de este libro, que junto a Mariátegui
podría también colocarse la figura de otro gigante del pensamiento marxista: nos referimos
al cubano Julio Antonio Mella (1903-1929), fundador del Partido Comunista Cubano
y, pese a su corta existencia, autor de numerosos escritos que todavía están esperando una
completa recopilación. El rescate de esta obra es una de las grandes asignaturas pendientes
de las organizaciones de izquierda en América Latina. En Cuba se publicó, tiempo atrás, una
antología con sus principales escritos que se encuentra agotada hace ya muchos años.
2. En una especie de corta autobiografía que enviara al escritor Enrique Espinoza, director
de la revista La Vida Literaria, de Buenos Aires, y que se incluye en el presente volumen
(ver p. 331), Mariátegui dice haber nacido en 1895. Sus biógrafos, en cambio, dicen que
lo hizo un año antes, en 1894. Así lo confirma Guillermo Rouillon, habiendo descubierto
el acta de su nacimiento. Cf. Rubén Jiménez Ricárdez en su «Prólogo» a Obra política de
José Carlos Mariátegui. Prólogo, selección y notas de Rubén Jiménez Ricárdez, México,
Ediciones ERA, 1979, p. 18. Dos detalles anecdóticos: uno, la coincidencia de la fecha
de nacimiento de Mariátegui y del Che Guevara; dos, en el caso del nacimiento del Che
también hay una incógnita, no se trata del año de nacimiento, como en Mariátegui, sino
del mes. Algunos biógrafos han aceptado como buena la explicación ofrecida por la madre
del Che, Celia de la Serna, de que estando ya embarazada al momento de su casamiento y
siendo la verdadera fecha de nacimiento de su hijo el 14 de mayo, la partida de nacimiento
fue fechada un mes más tarde para evitar el escándalo.
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 9
manente minusvalía física y, ya de adulto, la amputación de esa pierna
y, finalmente, su muerte cuando aún no había cumplido los 36 años
de edad. Producto de su internación hospitalaria no puede continuar
sus estudios en la escuela primaria, por lo que su formación fue, como
él mismo lo declara, completamente autodidáctica.3 Desde finales de
1919 hasta mediados de 1923 –nos dice en esa breve noticia sobre su
vida– viajó por Europa, adonde había llegado gracias a una forma disimulada
de deportación: una beca, otorgada por el gobierno de Augusto
Leguía, deseoso de sacarse de encima a un joven y promisorio
periodista que, por entonces, había fundado el diario La Razón desde
donde criticaba al gobierno, apoyaba la reforma universitaria y las luchas
obreras al punto tal de convertirse en el portavoz de la Federación
Obrera Regional Peruana.
De su periplo europeo nos dice Mariátegui que «...viajé por Europa.
Residí más de dos años en Italia, donde desposé una mujer y
algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países.
Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me
concerté con algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos
de esa época señalan estas estaciones de mi orientación socialista.
A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la
Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc.,
expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de
la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve,
como ya lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y
me quedé muy delicado. Habría seguramente ya curado del todo con
una existencia reposada. Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual
me lo consienten».
Este período europeo fue decisivo en la formación ideológica y
teórica del joven peruano. Adolfo Sánchez Vázquez observó con razón
que hay tres etapas muy claramente delimitadas en la vida pública de
3. Dice textualmente en su nota autobiográfica: «Me olvidaba: soy un autodidacto. Me
matriculé una vez en letras en Lima, pero con el solo interés de seguir el curso de latín de
un agustino erudito. Y en Europa frecuenté algunos cursos libremente, pero sin decidirme
nunca a perder mi carácter extra-universitario y, tal vez, si hasta anti-universitario».
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Mariátegui.4 Una primera, que transcurre entre 1911 y 1919, con nuestro
autor contando entre los 17 y 26 años y concentrado en sus labores
periodísticas. Son años en que las primeras movilizaciones obreras y la
Reforma Universitaria lo apartan de sus intereses literarios y estéticos y
lo impulsan irresistiblemente hacia la política y hacia posturas antioligárquicas.
El segundo período es, precisamente, el que se escenifica en
Europa. Allí es testigo, en Italia, de una coyuntura extraordinariamente
virulenta de la lucha de clases: las convulsiones producidas por la desarticulación
económica y social propias del fin de la guerra, las promesas
incumplidas de los gobiernos y la reacción de obreros y campesinos,
la ocupación de fábricas en Turín, la fundación del Partido Comunista
Italiano (PCI) –consumada en el Congreso de Livorno de 1921, al cual
asistió como corresponsal– y sus contactos con dos jóvenes figuras del
PCI: Antonio Gramsci y Umberto Terracini, gracias a los cuales adquirió
un conocimiento muy exhaustivo de la Revolución Rusa y la Tercera
Internacional, algo imposible de obtener en su Perú natal. Es también
consternado testigo del nacimiento y consolidación del fascismo, y su
irresistible ascenso hacia la toma del poder en 1922. El tercer período
encuentra a Mariátegui llegando de regreso al Perú en marzo de 1923 y
ya por entonces convertido en un socialista marxista. Son sus años maduros,
en los que desarrolla una intensa actividad teórica y práctica a la
vez; pero también son los del agravamiento de su dolencia que lo lleva,
en 1924, a tener que sufrir la amputación de su pierna izquierda y, poco
después, a padecer de una casi total inmovilidad física. Ni bien llega
al Perú toma contacto con Víctor Raúl Haya de la Torre, el futuro fundador
del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Cuando
este debe marcharse al exilio, en octubre de 1923, le cede la dirección
de la revista Claridad. Durante unos pocos años transitaron juntos por
los senderos de la política peruana. Luego, la progresiva radicalización
del pensamiento y la acción de Mariátegui y la simétrica capitulación
del autor de El antiimperialismo y el APRA hasta finalizar confinado en
los límites de un inofensivo populismo retórico privado de todo filo (no
digamos revolucionario sino ni siquiera reformista), llevaron al prime-
4. Cf. su De Marx al marxismo en América Latina, México, Ediciones Ítaca, 1999,
pp. 150-151.
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 11
ro a romper en 1928 con Haya de la Torre, a fundar el Partido Socialista
Peruano (PSP) y a acercarse a la Tercera Internacional.5 Debido al
empeoramiento de su salud no puede asistir a la Primera Conferencia
de Partidos Comunistas Latinoamericanos, reunida en Buenos Aires
en junio de 1929, dando cumplimiento a una directiva emanada del VI
Congreso de la Internacional Comunista (IC) que había sesionado en
Moscú en el año 1928. Imposibilitado de viajar, nombra como delegados
al obrero Julio Portocarrero y al joven médico Hugo Pesce, quienes
tienen una destacada actuación en dicho cónclave defendiendo las heterodoxas
posturas de Mariátegui.6 Al año siguiente funda la Confederación
General de Trabajadores del Perú. Muere el 16 de abril de 1930,
debido a las complicaciones surgidas por la amputación de su pierna.
Estos últimos siete años constituyen, de lejos, el período donde
el pensamiento creador de Mariátegui se despliega con toda su fuerza
y donde se encuentran sus aportes más sugerentes y fecundos, que le
valieron ser considerado, según lo recuerda Sánchez Vázquez, como
«el primer marxista de América Latina» y, también, como «el Gramsci
de América Latina». Primer teórico marxista no solo por su ubicación
en la línea cronológica sino probablemente también (aunque aquí habría
espacio para una amigable controversia) en relación con los marxistas
que le sucedieron.7 Y un verdadero gramsciano latinoamericano
5. De hecho, el PSP se convierte, a la muerte de Mariátegui, en el Partido Comunista del
Perú. En cuanto al APRA, vale sentenciar que su parábola descendente adquiere rasgos escandalosos
en nuestros días con la completa capitulación de su ideario original a manos del
actual presidente del Perú, el aprista Alan García. Nada queda del antiimperialismo propuesto
por Haya de la Torre en la etapa fundacional del aprismo: su sucesor se ha plegado sin
beneficio de inventario al imperialismo norteamericano, convirtiéndose en un gran impulsor
de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y en un pertinaz propagandista
del imperio, al punto tal que en los últimos tiempos ha merecido los encendidos elogios de
Mario Vargas Llosa por su oportuna conversión al «realismo» capitalista.
6. Dos décadas después Hugo Pesce tendría oportunidad de desempeñar un papel de
gran importancia, si bien indirecto, en la historia contemporánea de América Latina: fue
quien en su residencia de Lima alojó a un joven médico argentino, Ernesto Guevara de la
Serna. Pesce sostuvo largas conversaciones con quien luego sería el Che, le facilitó libros
socialistas y marxistas y el contacto para viajar, poco después, al leprosario de la selva
amazónica, experiencia práctica fundamental en la conformación ideológica del Che.
7. Una controversia que podría suscitarse, por ejemplo, si se lo comparara con las aportaciones
del Che Guevara o Fidel Castro, para circunscribirnos tan solo al caso de grandes dirigentes
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porque, entre muchos otros parecidos, su obra corrió la misma suerte
que la del italiano: fue repudiada en su época por los mandarines de
la Tercera Internacional y por la dirigencia de los partidos comunistas
hasta que el paso del tiempo le hizo justicia y se produjo su justa reparación.
Pero esto lo veremos en la sección siguiente.8
El contexto histórico
Al igual que los célebres Cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci, el
infortunio editorial de Mariátegui hizo que solo tardíamente el marxismo
latinoamericano pudiera nutrirse con el pensamiento del peruano.
Es que su obra se despliega en los años posteriores a la muerte de Lenin,
cuando la Tercera Internacional acentúa su sectarismo y su dogmatismo
bajo la fórmula del «marxismo-leninismo» ad usum Stalin. En ese
contexto las heterodoxas ideas de Mariátegui cayeron rápidamente en
desgracia. El VI Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en
1928, consagró el predominio indiscutido del estalinismo, la derrota del
trotskismo y la sumisión incondicional de todos los partidos comunistas
del mundo al nuevo «Vaticano» con sede en el Kremlin y cuya palabra
era tan infalible como indiscutibles eran las directivas estratégicas, las
tácticas y las políticas de alianzas que debían aplicar los «destacamentos
nacionales» subordinados al «estado mayor general» radicado en Moscú.
Todo esto remitía, por supuesto, a una concepción teórica donde el
marxismo se había convertido en una suerte de «religión oficial» del Es
políticos. Jiménez Ricárdez lo caracteriza como «el más lúcido de los fundadores del marxismo
en América Latina» que se nutre del pensamiento democrático radical y antiimperialista
de Martí, del anarquismo y del socialismo «reformista y demócrata», no marxista, que hizo pie
en nuestra región hacia finales del siglo xix y que encontró en Juan B. Justo al primer traductor
de El Capital. Pero aclara que Mariátegui se «entronca con esas corrientes (pero) lo hace en
actitud polémica y crítica». Jiménez Ricárdez, op. cit., p. 9. Agregaríamos, una vez más, la
figura deslumbrante de Julio Antonio Mella en este grupo de grandes pensadores y dirigentes
marxistas de América Latina.
8. Sobre esta doble primacía de Mariátegui y sus semejanzas con la obra de Antonio
Gramsci, ver Sánchez Vázquez, De Marx al marxismo en América Latina, op. cit., p. 147.
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 13
tado soviético y, como tal, completamente supeditado a las prioridades
y a la «razón de Estado» de la URSS.
En un texto tan breve como luminoso, Fernando Martínez Heredia
describió esta situación planteando, por un lado, el florecimiento
de los debates en el interior de la tradición marxista a partir de la
Revolución Rusa y la posterior derrota de la revolución en Occidente
a comienzo de la década de 1920; por el otro, la «paradoja trágica»
resultante de la incongruencia entre esa notable ebullición de ideas,
estudios y diagnósticos producidos por los marxistas de la época y
la creciente subordinación a las orientaciones políticas, ideológicas y
teóricas emanadas desde el comando central instalado en el Kremlin
de quienes actuaban en el campo de la izquierda. Esto se tradujo en
el sofocamiento de toda la discusión, la «dogmatización de las ideas
y las instituciones comunistas» y la supresión de la riquísima diversidad
histórica, estructural y cultural de los pueblos que luchaban por
acabar con el capitalismo.9 El resultado fue la sustitución del marxismo
como «análisis concreto de la realidad concreta» como, fiel al legado
de Marx y Engels, lo exigía Lenin, por una metafísica social, una
filosofía de la historia aplicada urbi et orbi y de la cual solo se podían
extraer erróneos diagnósticos, erróneas concepciones estratégicas y
promover erróneas tácticas de luchas que fatalmente conducirían a
una catastrófica derrota de las fuerzas populares, cosa que efectivamente
ocurrió no solo en América Latina sino también en Europa Occidental.
No hacía falta esperar a la implosión de la Unión Soviética
para corroborar hasta dónde se podía retroceder cuando se pretendía
hacer política dándole la espalda a la realidad nacional y mirándola
utilizando como espejo retrovisor la vulgata estalinista. Si para
Lenin el marxismo «no es un dogma sino una guía para la acción»,
Mariátegui adopta la misma actitud cuando dice que «es un método
fundamentalmente dialéctico... que se apoya íntegramente en la realidad,
en los hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un
9. Cf. «Problemas de la historia del pensamiento marxista: los tiempos de Mariátegui», en
Mariátegui, La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana «Juan
Marinello», 2002, pp. 254-255.
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cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los
climas históricos y todas las latitudes sociales».10
No sorprende pues comprobar que para el sectario monolitismo
de la Tercera Internacional el marxismo de Gramsci, con su revalorización
del papel desempeñado por los factores superestructurales y
su tenaz rechazo al determinismo económico y el «fatalismo pseudorevolucionario
», constituía una insoportable herejía. El mismo destino
le cupo al autor de los 7 ensayos, fulminado desde un principio por
apartarse de la línea oficial establecida en la IC y que consagraba, de
manera absoluta y universal, al proletariado industrial como la vanguardia
del proceso revolucionario, algo que para un espíritu sociológico
tan refinado como el de Mariátegui constituía un mayúsculo
disparate en un país que, por entonces, apenas si contaba con un puñado
de obreros sumergidos en un océano de indígenas y campesinos
que conformaban la abrumadora mayoría del universo popular.11 La
misma idea de una «revolución democrático-burguesa», machaconamente
promovida por la IC, le parecía a nuestro autor una peligrosa
ficción puesto que, como lo deja planteado en negro sobre blanco en
«Punto de vista antiimperialista», la única revolución posible en América
Latina era «pura y simplemente la revolución socialista» debido a
10. Cf. su «Carta al Segundo Congreso Obrero de Lima», de 1927. Conviene tomar nota de
esta recuperación de la dialéctica toda vez que en nuestro tiempo prolifera una literatura
donde esta perspectiva epistemológica es ridiculizada y arrojada al desván de los trastos
viejos. Rosa Luxemburgo advirtió en su tiempo que la dialéctica constituye un formidable
instrumento intelectual de emancipación obrera porque devela los secretos de la vida
social que la lógica tradicional oculta con eficacia. Un ataque feroz contra la dialéctica se
encuentra en la obra de Michael Hardt y Antonio Negri: Imperio, Buenos Aires, Paidós,
2002. Para una crítica de este libro ver nuestro Imperio & Imperialismo: una lectura crítica
de Michael Hardt y Antonio Negri, Buenos Aires, CLACSO, 2002.
11. Según uno de los más importantes estudiosos de la obra de Mariátegui, en la época
en que este desarrollaba sus tesis principales sobre la realidad peruana la clase obrera
industrial estaba constituida por 58.000 trabajadores, a los que se podrían sumar 28.000
mineros, siendo estos mayoritariamente indígenas. Estos datos corresponden a informes
estadísticos oficiales de 1927, momento en que la población del Perú llegaba a unos seis
millones de personas. Cf. Robert Paris, «El evangelio del socialismo peruano», estudio
introductorio a la edición en lengua italiana de los 7 ensayos publicada por la casa editorial
Einaudi. Reproducido en lengua española por 7 ensayos, 80 años, Lima, Librería Editorial
Minerva, 2008, p. 14.
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 15
que «ni la burguesía ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer
una política antiimperialista», y el imperialismo controla, por la vía de
sus empréstitos, inversiones y el comercio exterior a las economías latinoamericanas.
12 Como en tantos otros temas la historia confirmó la
certeza del pronóstico mariateguiano.
La vigorosa recreación del marxismo en manos del peruano le valió
su excomunión de la iglesia estalinista. No se había enfriado todavía
su cadáver cuando la IC comenzó a lanzar un feroz ataque sobre
sus ideas. El Partido Socialista Peruano fue disuelto y resucitado en
1930 como Partido Comunista del Perú, total e incondicionalmente
alineado con la ortodoxia de Moscú y a cuyo frente se instaló la siniestra
figura de Eudocio Ravines, quien algunos años más tarde sería
cooptado por la CIA, convirtiéndose en un furioso anticomunista
profesional. Señala Martínez Heredia que en los «dos años siguientes,
aunque Mariátegui fue calificado por documentos de la IC como ‘uno
de los precursores de nuestro movimiento’, se aclaraba, en un alarde
de hipocresía y mala fe, que su trayectoria hacia el marxismo-leninismo
había sido ‘parcial, debido a su muerte prematura’». Según los
nuevos inquisidores, Mariátegui se equivocó en todas las cuestiones
fundamentales del movimiento comunista internacional: el papel de
la clase obrera en la revolución democrático-burguesa, la cuestión in-
12. Documento presentado por la delegación peruana a la Primera Conferencia de Partidos
Comunistas Latinoamericanos, reunida en Buenos Aires en junio de 1929. Ya en el
prólogo a Tempestad en los Andes, de Luis Eduardo Valcárcel, Mariátegui decía que «en
el Perú… no ha existido nunca una burguesía progresista, con sentido nacional, que se
profese liberal y democrática y que inspire su política en los postulados de su doctrina».
Esta cita la incorpora Mariátegui al iniciar su segundo ensayo, sobre el problema del indio
(ver p. 55 del presente volumen). Y más adelante, en el cuerpo del texto, dice «en el Perú
no hemos tenido en cien años de república, una verdadera clase burguesa, una verdadera
clase capitalista» (p. 68 de este volumen). Estas ideas influenciaron decisivamente la
concepción del Che Guevara sobre lo que él denominaba «burguesías autóctonas», precisamente
para subrayar con ese calificativo su diferencia con las burguesías nacionales de
los capitalismos desarrollados. Es razonable suponer que algunas de las conversaciones
sostenidas con Pesce durante la estancia limeña del Che versaron sobre este tema. Sobre
las reacciones ante las tesis de Mariátegui en la Conferencia de Buenos Aires, ver Daniel
Kersffeld, La recepción del marxismo en América Latina y su influencia en las ideas de
integración continental: el caso de la Liga Antiimperialista de las Américas, Ciudad de
México, Doctorado en Estudios Latinoamericanos/UNAM, 2008, inédito, pp. 333-339.
16 | BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
dígena, los temas de la organización, el imperialismo y el carácter de
la revolución.13 Descalificado de este modo por el «estado mayor» del
movimiento revolucionario mundial, el mariateguismo pasó rápidamente
a ser una abominable «desviación ideológica» a la que se debía
combatir sin tregua. Durante treinta años la obra de quien hoy es reconocido
como el primer teórico marxista de América Latina fue relegada
al olvido y condenada al ostracismo por los «intérpretes oficiales»
del marxismo-leninismo y sus sirvientes.14
Habrían de ser los hijos de Mariátegui quienes, a partir de 1959, se
lanzaran a la tarea de publicar sus obras completas en el Perú.15 Según
José Aricó, durante esas tres décadas ningún partido comunista latinoamericano
publicó los 7 ensayos. Habría de ser «mérito de los comunistas
cubanos» –dice este autor– «luego de la revolución, haber roto
este cordón sanitario» impuesto en torno a esa obra.16 En 1963 Casa
13. Fernando Martínez Heredia, «Problemas de la historia...» op. cit., pp. 255-256.
14. Uno de los más despiadados críticos de Mariátegui fue el soviético V. M. Miroshevski,
en su artículo «El populismo en el Perú. Papel de Mariátegui en la historia del pensamiento
social latinoamericano», publicado en Moscú en 1941 y reproducido en la revista Dialéctica,
de La Habana, al año siguiente. Ese material fue el «texto canónico» con el cual se persiguió
la herencia teórica y práctica de Mariátegui en América Latina. Era la pelea de un pigmeo burocrático
luchando contra un gigante. ¿Quién se acuerda hoy de Miroshevski y sus infamias?
15. Publicados los 7 ensayos en Lima por primera vez por la Editorial Amauta en octubre
de 1928, una segunda edición del libro apenas vería la luz pública en 1943. Recién en
1955 se publica por vez primera en el extranjero: lo hace la editorial de la Universidad
de Chile, pero su circulación fue apenas local. El gran salto se pega cuando Casa de las
Américas lo publica en 1963. Ese mismo año se publica una edición en ruso, en Moscú,
y en los fragores del 1968 no por casualidad la casa editorial François Maspero publica
una edición francesa en París. En 1969 el libro llega a México, en 1970 lo publica en
Montevideo la Editorial Marcha, dirigida por ese entrañable latinoamericano que fuera don
Carlos Quijano. Al año siguiente una editorial académica estadounidense, la University of
Texas Press, lo publica en Austin, Texas. En 1972 lo hace la casa Giulio Einaudi Editori,
de Torino, Italia, una editorial comercial que publicó lo que las varias casas editoras del
PCI no se atrevieron a publicar. En 1975, finalmente, el libro llega al Brasil, publicado por
la Editora Alfa-Omega.
16. Cf. José Aricó (compilador), Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano,
México, Cuadernos de Pasado y Presente, Nº 60, 1980. La introducción de Aricó a esta
selección de textos de Mariátegui constituye uno de los primeros y más enjundiosos estudios
sobre el pensamiento del peruano y podría decirse que inaugura una corriente de
investigación que no ha cesado de crecer hasta el día de hoy. Véase también Oscar Terán,
Discutir Mariátegui, Puebla, Editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 17
de las Américas reeditó los 7 ensayos y a partir de entonces, gracias
al nuevo clima político e intelectual que instaló en la región el triunfo
y la consolidación de la Revolución Cubana, este texto ejemplar se
reintegró plenamente, enriqueciéndolos, a los debates de las fuerzas
sociales y partidos revolucionarios de nuestro continente.17
El libro
Como el mismo Mariátegui lo aclara en la «Advertencia» con que da
inicio al texto, el libro reúne «organizados y anotados en siete ensayos,
los escritos que he publicado en dos revistas, Mundial y Amauta,
sobre algunos aspectos sustantivos de la realidad peruana». Dice en
esa misma nota que «no es éste, pues, un libro orgánico. Mejor así».18
Y así ha sido porque Mariátegui no era un profesor sino un militante
que luchaba por construir una alternativa socialista para el Perú.
Pero para ser viable este proyecto requería una base firme de conocimientos
sobre la realidad peruana, es decir, una cartografía social
y económica que la hiciera conocer con todo detalle para, a partir de
allí, elaborar las estrategias y tácticas de lucha más adecuadas para
la construcción de dicha alternativa. Este realismo político hizo que
Mariátegui fuese también un brillante investigador y un teórico de
primer nivel, convencido de que para cambiar al mundo, y no solo
contemplarlo, había que conocerlo muy bien. Y para ello nada me-
1985. Un estudio más reciente es el de Fernanda Beigel, El itinerario y la brújula. El vanguardismo
estético-político de José Carlos Mariátegui, Buenos Aires, Biblos, 2003.
17. Sobre las polémicas surgidas en relación a las tesis de Mariátegui remitimos al lector,
aparte de a la recopilación ya señalada de José Aricó, al texto de Néstor Kohan, De Ingenieros
al Che. Ensayos sobre el marxismo latinoamericano, Buenos Aires, Biblos, 2000,
pp. 95-111, que ofrece una excelente visión panorámica sobre las vicisitudes del pensamiento
marxista en América Latina.
18. Los «libros» de Mariátegui son compilaciones de sus notas y artículos, al igual que
aconteciera con la obra de Antonio Gramsci. En vida del autor se publicaron dos de estas
compilaciones: La escena contemporánea, en 1925, y los 7 ensayos, cuya primera edición
data de 1928. Todo el resto de su obra fue compilada post mortem, y estuvo a cargo de
sus hijos, sobre todo de Sandro Mariátegui Chiappe.
18 | BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
jor que apelar al instrumental teórico y metodológico del marxismo
y producir, como observa Sánchez Vázquez, «el encuentro entre el
marxismo y la realidad nacional».19 Resumiendo: el mandato para
«cambiar al mundo» que de modo tan contundente planteara Marx
en la onceava tesis sobre Feuerbach es inseparable de otro, que nos
exige «conocer al mundo» hasta en sus menores detalles. Si esta premisa
no se cumple los proyectos de transformación social naufragan
en las aguas del romanticismo pseudo-revolucionario, el idealismo o
las ingenuas fantasías que con frecuencia difunde la prensa imperialista
y que, poco después, culminan arrojando a los desilusionados
revolucionarios a los manuales de autoayuda o, como ha ocurrido
en no pocos casos, a militar activamente al servicio de la reacción.
Es precisamente por esta necesidad de conocer profundamente lo
que se ha de cambiar que Marx y Engels fueron también notables
analistas sociales y económicos del capitalismo de su época. Y es seguramente
a causa de ello que el joven Lenin escribió su Desarrollo
del capitalismo en Rusia, y que Gramsci realizó sus medulares estudios
sobre la formación de la sociedad italiana. Entre nosotros, latinoamericanos,
el discurso de Fidel Castro en el Juicio del Moncada,
«La historia me absolverá», contiene un notable análisis sociológico
y económico de la Cuba neocolonial. Los 7 ensayos, por lo tanto, se
inscriben en esta venerable tradición del pensamiento y la acción
marxistas. Conocer para transformar, porque, conviene recordarlo,
la ignorancia siempre es conservadora.
Se trata, pues, de ensayos escritos al calor de las urgencias de la
coyuntura. Su hilo conductor es la política, no el debate académico.
Y, agrega nuestro autor, que ninguno de esos ensayos de interpretación
está acabado: «no lo estarán mientras yo viva y piense y tenga
algo que añadir a lo por mí escrito, vivido y pensado». Y son ensayos
que tienen como propósito «concurrir a la creación del socialismo
peruano». No hay neutralidad alguna en su diagnóstico, y no pretende
ser imparcial ante el espectáculo que ofrece una sociedad tremendamente
injusta, racista y opresora. Dice, para que no quede la
19. Sánchez Vázquez, op. cit., p. 161.
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 19
menor sombra de duda, que «estoy lo más lejos posible de la técnica
profesoral y del espíritu universitario».20
Una última observación antes de pasar al texto propiamente dicho.
En su advertencia Mariátegui aborda tempranamente un tema
que más de medio siglo después habría de adquirir un carácter central
en el debate de las ciencias sociales: la cuestión del «eurocentrismo».
Dice textualmente que «No faltan quienes me suponen un europeizante,
ajeno a los hechos y a las cuestiones de mi país. Que mi obra se
encargue de justificarme, contra esa barata e interesada conjetura. He
hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación
para Indoamérica sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales
». Afirmación tan taxativa como controversial, que resuena como
un cañonazo en la discusión actual sobre la crisis de las ciencias sociales
y el papel presuntamente negativo jugado por el «eurocentrismo» al
postular como categorías universales de pensamiento y de intelección
lo que serían apenas meras formas particulares de desenvolvimiento
de la historia europea. Pero si era un tremendo error la insistencia de la
Internacional Comunista en hacer del marxismo una filosofía materialista
de la historia que identificaba las leyes universales de movimiento
que conducirían a la revolución en todos los países, no menos grave es
el equívoco –alentado por ciertas versiones de la crítica a la colonialidad
del saber eurocéntrico– que remata en el abandono sin más del
marxismo por ser este una teoría elaborada en Europa, por un blanco,
varón y heterosexual para más señas, lo que desembocaría en una incorregible
incapacidad para percibir e interpretar las particularidades
de las formaciones sociales de la periferia y la enorme diversidad y pluralidad
de sujetos e identidades sociales del capitalismo contemporá-
20. Franqueza que contrasta, por ejemplo, con la de Max Weber que, mientras proponía
el canon de la «neutralidad valorativa» para las ciencias sociales, era el primero en violar
cada una de sus reglas tanto en la elaboración de sus conceptos teóricos como en sus –por
otra parte notables– análisis empíricos. Sería largo intentar un tratamiento de este tema en
este lugar. Una buena discusión la ofrece György Lukács en El asalto a la razón, Barcelona,
Grijalbo, 1976. El inocultable desdén por la academia y la vida universitaria reflejan, en
Mariátegui, la decepción que le produjo constatar el fracaso de la Reforma Universitaria en
el Perú, tema que es motivo de su análisis en uno de los capítulos de este libro.
20 | BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
neo.21 Mariátegui adopta una postura muy interesante porque si bien
rechaza una visión como la que propugna la IC, es muy consciente de
que no se puede arrojar por la borda toda la herencia teórica europea.
Entre otras razones porque para un «marxista convicto y confeso»,
como se autodefinía, esto hubiera equivalido a castrarse teóricamente
y renunciar a la cumbre del pensamiento crítico representado por la
obra de Marx y sus continuadores.22 Los 7 ensayos son la mejor prueba
de que es posible realizar un notable análisis marxista sin caer en ninguna
de las dos posturas polares arriba señaladas.23
El libro comienza con tres capítulos esenciales, donde se trazan
las grandes líneas de toda la argumentación mariateguiana: un análisis
inicial que presenta un esquema de la evolución económica del Perú;
un segundo capítulo, más corto, referido al «problema del indio»; y un
tercero relativo a la cuestión agraria, donde se entrelazan buena parte
de las anteriores observaciones. Le siguen tres capítulos dedicados a la
21. Se cuenta que cuando a Victorio Codovilla, por largos años secretario general del PC
argentino y responsable de la IC para América Latina, se le preguntó sobre el libro de Mariátegui
respondió: «¿Qué es eso de ‘ensayo’? Los comunistas no ensayan, aciertan. ¿Y eso
de ‘realidad peruana’? Lo que importa son las leyes de la historia». Cf. Martínez Heredia,
en Mariátegui, op. cit. p. 77. La amplia polémica sobre la «colonialidad» del saber y el
eurocentrismo puede seguirse en
Buenos Aires, CLACSO, 2000, que reúne trabajos de Aníbal Quijano, Walter Mignolo,
Enrique Dussel y otros sobre este tema. Sobre el particular, si bien con una perspectiva
diferente, véase Roberto Fernández Retamar, Pensamiento de Nuestra América. Autorre-
flexiones y propuestas, Buenos Aires, CLACSO, 2006, capítulos 5 al 8.
22. Esa autocalificación la realiza en el capítulo 3, en la p. 78 de este volumen.
23. Sobre este tema ver la interesante reflexión de Michel Löwy, quien identifica dos actitudes
polares en relación con la interpretación de los procesos socioeconómicos y políticos
de América Latina: por un parte, el exotismo, que absolutiza la irreductible especificidad
de nuestros países en todas sus diversas expresiones y que, por lo tanto, hace estallar
cualquier marco teórico originado fuera de la región; por la otra, el europeísmo, que exalta
la experiencia europea como la única trayectoria posible para todos los pueblos del mundo.
Los populismos latinoamericanos, en sus distintas variantes, desde el APRA hasta el
peronismo, con su doctrina de la «Tercera Posición», son ejemplos de lo primero; la ortodoxia
de los partidos comunistas bajo la hegemonía del estalinismo ilustran lo segundo.
Cf. Michel Löwy (compilador), El marxismo en América Latina, México, Ediciones ERA,
1982. Una interesante discusión sobre este punto se encuentra en Miguel Mazzeo, Volver
a Mariátegui, Olivos, Centro de Estudios Universitarios José C. Mariátegui, 1995, capítuo 1,
y en Néstor Kohan, op. cit., pp. 97-100.
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 21
educación, el «factor religioso» y la problemática del regionalismo, el
federalismo y el centralismo, para rematar con un extenso ensayo, el
más largo de la obra, sobre el tema de la literatura, claramente inspirado
en los escritos gramscianos reunidos en Literatura y vida nacional,
y en el cual nuestro autor examina las distintas formas de autoconocimiento
de la sociedad peruana. Obra inconclusa y en permanente
recreación, decía su autor en la «Advertencia», porque a pesar de haber
pensado en incluir en este libro «un ensayo sobre la evolución política
e ideológica del Perú», el tamaño del libro ya le parecía excesivo y sentía
que la problemática política requería un desarrollo que solo podía
producirse en un libro aparte. No obstante, las referencias a la política
se encuentran a lo largo de todo el libro, inextricablemente unidas al
tratamiento de los temas particulares abordados en cada ensayo.24
Quisiéramos cerrar este prólogo señalando algunos pasajes que
llaman la atención por su rigurosa actualidad. En el primer capítulo,
cuando habla de la debacle producida por la derrota peruana en
la guerra del Pacífico con Chile, dice textualmente que «La guerra del
Pacífico, consecuencia del guano y del salitre, no canceló las otras consecuencias
de estos recursos, cuya pérdida nos reveló trágicamente el
peligro de una prosperidad apoyada o cimentada casi exclusivamente
sobre la posesión de una riqueza natural, expuesta a la codicia y al
asalto de un imperialismo extranjero o a la decadencia de sus aplicaciones
por efecto de las continuas mutaciones producidas en el campo
industrial por los inventos de la ciencia». ¿Cómo no pensar, a partir de
estas líneas, en los peligros semejantes que hoy se desprenden de la
creciente especialización productiva de los países de América Latina,
exportadores preponderantes de soja, productos minerales, hidrocarburos,
maderas y, en general, commodities de bajo nivel de elaboración
y potenciadas a costa de minimizar el papel del mercado interno?
¿No es este acaso el peligro subyacente a las políticas de «crecimiento
basado en las exportaciones» que divulgan las instituciones financie-
24. Los escritos más específicamente políticos de Mariátegui fueron reunidos, luego de su
muerte, en una compilación que lleva por título Ideología y política. No es lo que nuestro
autor tenía pensado hacer, pero de todos modos cumplen un papel al proporcionar algunas
ideas acerca de su pensamiento en esta materia.
22 | BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
ras internacionales en el marco del ya totalmente desacreditado Consenso
de Washington? (Ver p. 41 de este volumen.)
Otro pasaje en ese primer capítulo es igualmente esclarecedor. Al
referirse a Nicolás de Piérola, caudillo popular habilísimo en el arte de
exaltar el ánimo de las masas, dice Mariátegui que aquel, «que durante
tanto tiempo agitara estruendosamente a las masas contra la plutocracia,
se esmeró en hacer una administración ‘civilista’. Su método
tributario, su sistema fiscal, disipan todos los equívocos que pueden
crear su fraseario y su metafísica. Lo que confirma el principio de que
en el plano económico se percibe siempre con más claridad que en
el político el sentido y el contorno de la política, de sus hombres y de
sus hechos». Notable observación, válida como principio metodológico
para analizar, en la América Latina de hoy, el comportamiento
de tantos políticos y tantos gobernantes que dicen ser una cosa y son
otra; o que agitan al pueblo con una retórica radicalizada para luego,
en materias tributarias y fiscales, adoptar un curso de acción decididamente
conservador. Conviene no olvidar esta enseñanza. (Ver p. 43 de
este volumen.)
Y en relación a la cuestión indígena sostiene, en una luminosa
nota al pie de página en el inicio del segundo capítulo, que «La reivindicación
indígena carece de concreción histórica mientras se mantiene
en un plano filosófico o cultural. Para adquirirla –esto es, para
adquirir realidad, corporeidad– necesita convertirse en reivindicación
económica y política. El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema
indígena en nuevos términos». (Ver p. 54 de este volumen.) Rechazo,
por lo tanto, de las propuestas basadas en estrategias legales,
administrativas, educativas; o, por lo mismo, en las que sostienen que
se puede resolver el problema del indio en América Latina sin resolver,
simultáneamente, la cuestión de la tierra. Evo Morales parece haber
leído atentamente este libro.
Con relación al socialismo afirma que «este es un instante de
nuestra historia en que no es posible ser efectivamente nacionalista y
revolucionario sin ser socialista». (Ver p. 55 de este volumen.) El socialismo
aparece entonces como el componente inevitable de cualquier
proyecto de transformación social; la renuncia al socialismo equivale,
lisa y llanamente, a abandonar cualquier pretensión reformista o de
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 23
transformación social. Una enseñanza particularmente útil en estos
tiempos, cuando el capitalismo presenta rasgos que hablan de su acelerada
descomposición. Tiempos, no obstante, que no impiden que
algunos gobernantes se ilusionen con la esperanza de que «otro capitalismo
es posible», y que habría futuro para América Latina dentro
del capitalismo. Ignoran, con esas creencias, que el capitalismo
es parte del problema y no de la solución. El capitalismo no solo se
ha demostrado incapaz de desarrollar a los países de la periferia sino
que ha agigantado la distancia que los separaba del núcleo desarrollado
del sistema tanto en términos del ingreso per cápita, consumo
de energía, producción de nuevas tecnologías, formación de planteles
científicos de alto nivel y así en tantas otras dimensiones de la vida
social. Además, su descontrolada mercantilización coloca a la humanidad
en los límites de su supervivencia debido a la destrucción del
medioambiente, el cambio climático, la opresión y explotación de un
número creciente de hombres y mujeres de todo el mundo condenados
inapelablemente a la pobreza y la militarización de las relaciones
internacionales. En suma: la actualísima discusión en torno al socialismo
del siglo xxi se constituye a partir de la imposibilidad, ya entrevista
por el notable teórico peruano hace más de ochenta años, de lograr el
desarrollo del Tercer Mundo por la vía capitalista.25
Para concluir: el lector tiene en sus manos un libro extraordinario.
Un trabajo de recreación rigurosa del marxismo aplicado a condiciones
histórico-estructurales completamente ajenas a aquellas que le dieron
origen. Robert Paris, en el texto ya indicado, tiene razón cuando asegura
que cuarenta años después de publicado (el escrito de Paris es del
año 1968) los 7 ensayos «no sólo mantienen su actualidad, frescura y
originalidad sino que sigue siendo la primera gran obra marxista de un
autor latinoamericano dedicada a América Latina».26 ¿Significa esto que
los 7 ensayos están más allá de toda crítica? Nada de eso. Su marxismo
está lejos de ser un producto intelectualmente depurado. Las influen-
25. Hemos examinado este asunto en nuestro Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del
neoliberalismo?, Buenos Aires, Ediciones Luxemburg, 2008.
26. Paris, op. cit., p. 1. Cuarenta años después el diagnóstico de Paris conserva toda su
vigencia.
24 | BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
cias de Georges Sorel, Henri Bergson y Benedetto Croce irrumpen con
cierta frecuencia en sus escritos y le quitan nitidez a su argumento.27
Pero, de todos modos, al igual que lo hiciera Gramsci y, antes, Marx,
Engels y Lenin, Mariátegui ratifica la importancia de debatir y polemizar
con las grandes corrientes teóricas de su época ajenas al marxismo,
evitando el enclaustramiento de una teoría que, privada de su
dialogicidad, termina siendo un dogma sin vida y carente de cualquier
eficacia transformadora. Las referencias de Mariátegui a la sociedad
norteamericana y el proceso de colonización que allí tuvo lugar, por
contraste con la Conquista y colonización emprendida por las coronas
de España y Portugal, peca por su ingenuidad al exaltar la empresa de
los pioneros y perder de vista el exterminio del indio, que en el Norte
también se produjo, y la infamia de la esclavitud en el Sur. Pero más allá
de estos equívocos o de sus puntos ciegos, su escrito permanece como
un hito colosal en la historia política e intelectual de América Latina.
Aníbal Quijano captó muy bien su importancia cuando escribió que «la
obra de Mariátegui constituye realmente la base misma de una teoría
posible de la revolución peruana y latinoamericana, no superada hasta
hoy». Estas palabras, pronunciadas en 1977, conservan todavía plena
validez dado que si algo ocurrió con el capitalismo latinoamericano en
estos treinta y tantos años de hegemonía neoliberal fue que profundizó
los rasgos predatorios y explotadores del pasado, tornando la revolución
socialista más necesaria que nunca.28
Los ensayos mariateguianos, plasmados precisamente cuando el
pensamiento marxista naufragaba en el mundo europeo como producto
del estalinismo y la reacción fascista, inspiraron, décadas después,
el pensamiento y la acción de hombres como Fidel Castro y Ernesto
«Che» Guevara. Si este hubiera sido su solo mérito, Mariátegui se
habría asegurado un prominente lugar en la historia del socialismo; si
aparte de ello, con sus luces, abrió la puerta para una renovación del
27. Una buena discusión sobre los efectos de esta influencia se encuentra en Sánchez
Vázquez, op. cit.
28. Aclaramos, por las dudas, que el hecho de que una revolución social sea hoy más
necesaria que nunca no significa que las condiciones requeridas para su ocurrencia se
encuentren ya presentes en una sociedad dada.
7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA | 25
pensamiento y la práctica del marxismo en Nuestra América, su lugar
es todavía mucho más importante. Por eso lo leemos hoy; porque
por derecho propio se ha convertido en un «clásico» del pensamiento
marxista, el primero en América Latina. Y porque su trayectoria –personal,
intelectual y política– permanece como renovada fuente de inspiración
para las jóvenes generaciones que pugnan por conquistar un
mundo mejor y que comienzan a vislumbrar en el socialismo el instrumento
teórico y práctico para llevar a cabo esa tarea.29
Buenos Aires, marzo de 2009
29. Hay varios sitios web con información y documentación sobre los escritos de Mariátegui:
ver especialmente www.7ensayos80aniversario.com, un sitio creado a los efectos de
rendir un homenaje a los 80 años de publicado el libro que nos preocupa. Ver, asimismo,
los sitios de la Cátedra Che Guevara, del colectivo Amauta, en http://amauta.lahaine.org/
index.php, y los del Archivo de Autores Marxistas, en http://www.marxists.org/espanol/mariateg/
index.htm